Hay un dicho popular que dice “somos lo que comemos”. En forma sencilla resume de manera grotesca lo que sucede con nuestro cuerpo, según la forma de alimentarnos.
En realidad, es mucho más complejo que esto, ya que nuestra genética, nuestra fisiología, nuestro metabolismo, toma del medio ambiente lo que necesita para vivir y funcionar correctamente (en el mejor de los casos).
A mis pacientes menores, jóvenes y adultos siempre les explico en la primera consulta que tenemos un techo genético para desarrollar masa muscular.
Recordemos que el músculo, luego del hígado es el segundo órgano metabólico más importante que poseemos. No sólo porque representa aproximadamente el 50% de nuestro peso corporal, sino porque posee las enzimas encargadas de metabolizar los nutrientes que provienen de los alimentos. Son un reservorio de energía muy importante. El ser humano está genéticamente diseñado para el movimiento. Antiguamente, el que no cazaba o recolectaba (y eso implica ejercicio) ¡no comía!
Todo funciona mejor, si somos lo que debemos ser. Y si no, lo pagamos con enfermedades crónicas. Ahora bien, si el ejercicio es el ALBAÑIL, la nutrición son los LADRILLOS. Así de importante es la alimentación en los seres humanos.
Por falta de tiempo, por comodidad, o por cualquier otro motivo, creemos que si nuestros hijos no padecen hambre, significa que están bien alimentados. Luego descubrimos que muchos niños están anémicos y muchas niñas tendrán osteoporosis debido a deficiencias de algunos nutrientes que padecieron en su infancia.
Las anemias dan síntomas antes (cansancio), pero no son menos importantes que las fracturas que pueden ocurrir por tener deficiencia de calcio en los huesos. Es importante que los padres tomen conciencia de que la alimentación de sus hijos es mucho más que una receta de cocina, o el sabor de una buena comida, o conformarlos/se con comida chatarra como premio de buena conducta.
Es importante formar hábitos saludables y negociar con el niño, desde lo ideal a lo que realmente pueda comer. Utilizar recetas de cosas ricas pero sanas (que hay muchas), pues si come aquello rico, después no tendrá deseos de comer lo que no debe.
La nutrición es una ciencia, y el médico nutricionista debe encontrar la manera práctica de adecuar lo ideal con lo real.
TIPS para una mejor alimentación del niño que entrena:
- Comer en familia es un hábito saludable que al menos debe practicarse en una de las ingestas diarias (desayuno, cena, etc.).
- Comer variado: muchos colores.
- Incorporar a diario verdura y hortalizas.
- Evitar las frituras, las grasas y hasta la sal en exceso.
- Consumir mucho líquido.
- No olvidar lácteos (yogur, leche, quesos).
- Y una porción de carne roja o blanca al día, son las recomendaciones básicas que debemos tener en cuenta.
- Si el niño es deportista (competitivo o no) con más razón se debe cuidar muy bien que “nafta” se le echa a la máquina. No olvidar las pastas, arroz, polenta, papa. Porque finalmente como dijimos al principio “somos mucho más de lo que comemos”.
Dra. Patricia Minuchin
Médica especialista en Medicina del Deporte y en Nutrición
Profesora Nacional de Educación Física