El informe del Grupo de Revisión, Estudio y Posicionamiento de la Asociación Española de Dietistas-Nutricionistas (GREP-AEDN) revela que los niños tienden a seguir los mismos hábitos alimentarios que se practican en casa. Además, se analizan las claves de fenómenos como la neofobia y la falta de apetito de algunos pequeños.
Como ya señalamos en numerosas ocasiones desde la Asociación “5 al día”, los españoles nos encontramos por debajo de los mínimos recomendados en el consumo de frutas y hortalizas. De hecho, según el estudio enKid, que evaluó una muestra representativa de la población española de entre 2 y 24 años, el consumo global de hortalizas se sitúa en 1,4 raciones al día y de frutas en 1,85 raciones, cifras muy por debajo de las 2 y 3 raciones recomendadas respectivamente.
Del informe (disponible en http://www.grep-aedn.es/documentacion.htm y también en http://www.5aldia.org/datos/60/estudiogrep_consumofruta_273.pdf ), la conclusión más importante que se desprende es que los niños toman como modelo el patrón alimentario de sus padres o cuidadores. Por tanto, los hábitos alimentarios que adoptemos en casa serán mucho más educativos que toda la pedagogía que solemos usar para concienciar a los pequeños de que “hay que comer bien”. Un ejemplo de ello es una investigación publicada en noviembre de 2008 en la revista Archives of Pediatric and Adolescent Medicine, que mostró cómo exponiendo a 120 niños de entre 2 y 6 años de edad, a 73 productos alimenticios diferentes para que hicieran “la compra”, éstos elegían por norma general los mismos que sus cuidadores adquirían en casa.
Otro de los mitos que desmonta este informe de la AEDN es que los pequeños fuera de casa comen mejor. Es cierto que la presión de grupo hace que prueben más alimentos nuevos y diferentes, pero la realidad es que los hábitos de alimentación que aprenden en casa son más sólidos y duraderos que los que adquieren fuera de ella.
Normalizar los cambios en el apetito
Otra de las luchas de los padres y cuidadores con los niños es su preocupación por una hipotética falta de apetito que experimentan a partir de ciertas edades. Para mejorar esta conducta, está demostrado que no sirve de nada una actitud impositiva, basada en presiones, amenazas o manipulaciones.
En este sentido, es un hecho comprobado que los niños se alimentan mejor en atmósferas emocionalmente positivas. Prohibir determinados alimentos (como dulces o bollería) hace que aumente su deseo por ellos. Por el contrario, forzarles a comer otros, incrementa su rechazo.
Otro problema a tener en cuenta es que, en ocasiones, al obligar a los niños a comer estamos vulnerando las llamadas “señales de autorregulación innatas”. O, lo que es lo mismo, les estamos obligando a comer por encima de su apetito. La consecuencia de esto es que estaremos haciendo que los niños ingieran más energía de la que necesitan.
En una investigación denominada “Just three more bites” (sólo tres bocados más), publicada en enero de 2007 en la revista científica Appettite se evaluaron a 142 familias de diferentes estratos socioeconómicos, a la hora de la comida. El 85 % de los padres o cuidadores obligó a los niños a comer por encima de lo que ellos querían. De estos, el 83 % comió por encima de su apetito. Esto puede habituar a los pequeños a comer por encima de sus necesidades energéticas (con los problemas que esto acarrearía, relacionados con la obesidad infantil). Muchos cuidadores achacan que los pequeños “comían mucho mejor cuando eran más pequeños”. A este respecto, hay que tener en cuenta que mientras que un bebé dedica el 35% de las calorías que ingiere a crecer, al cumplir un año este porcentaje se reduce al 3%. Por lo tanto es normal que el apetito disminuya. Sin embargo, esto no quiere decir que debamos dejar a los niños que “hagan lo que quieran” con respecto a la comida. La clave está en ponerles a su alcance alimentos saludables, promover un ambiente de buenos hábitos a su alrededor, predicar con el ejemplo y adaptar las raciones a la justa medida de sus necesidades para que terminarse el plato no se convierta en una lucha.
Si no lo conozco, no lo comeré. Causas de la “neofobia”
Otra variable a tener en cuenta en los hábitos alimenticios de los niños es entender por qué se vuelven más exigentes o “sibaritas” con la comida entre los 18 y 24 meses. Según señala el informe presentado por la AEDN “niños que antes comían frutas y hortalizas con naturalidad pueden empezar a rechazar dichos alimentos. Otros desarrollan la llamada neofobia, o rechazo a nuevos alimentos”. Según describe el profesor David Benton, de la Universidad de Wales Swansea, la neofobia es una respuesta normal a estas edades, ya que “es un mecanismo de supervivencia. Una vez que los niños aprenden a andar, la neofobia les disuade inconscientemente de probar alimentos que podrían ser venenosos”. Según indica este investigador, es algo que desaparece con el tiempo, por lo que, aunque sea bastante irritante para padres y cuidadores, hay que tener paciencia y dar confianza a los pequeños.
De hecho, la exposición repetida a un alimento, aumenta las probabilidades de que el pequeño acabe probándolo. Sin embargo, no nos queda otra que armarnos de paciencia y no esperar que nuestro hijo sea de fácil convicción, ya que, tal como expone, el profesor Benton, este rango de exposición puede variar de 11 a 90 veces.
¿Qué hacer? Algunos consejos prácticos
Para cambiar el panorama descrito y fomentar un ambiente favorable hacía la comida (con lo que eso significa tanto para la salud de los niños como para la tranquilidad de los padres), varias sociedades científicas a escala mundial han llegado a algunos puntos de consenso. Básicamente, el mensaje se podría resumir en “dejar que los niños se auto-regulen”, pero, claro, no de cualquier manera. Es primordial crear un ambiente saludable a su alrededor, que los alimentos que tengan a su alcance sean sanos y crear un ambiente positivo hacia los mismos y una estructura y organización de las comidas bien definida. Aquí es importante destacar que los pequeños deben tener a su alcance siempre fruta y hortaliza (importante que la presentación, variedad y calibres sean los adecuados a las edades de los chicos y chicas). Además, como ya comentábamos al comienzo, uno de los puntos clave es predicar con el ejemplo.
Por tanto, la conclusión de todo esto es clara, no solo es necesario recomendar y enseñar “lo que es sano” a nuestros pequeños, sino que es crucial que seamos su modelo de alimentación, adoptando de manera real unos hábitos saludables en casa. Porque si tu comen 5 al día, ellos también lo harán.