Han existido y existen, desde luego, muchas maneras de encarar esa práctica que llamamos gimnasia.
Diferentes métodos y diferentes escuelas, propuestas en momentos culturales e históricos también cambiantes, justifican que hablemos en plural sobre ellas.
Y también que digamos que como otras prácticas sociales, profundamente influenciadas por la cultura y las sociedades en que se desarrollan, no es, sino que está siendo. Está en evolución y cambio permanente.
Muchos aceptarían, como aproximación, decir que la Gimnasia es una serie de técnicas destinadas a mejorar el cuerpo. No está mal. Pero es claramente insuficiente. Sobre todo para los especialistas.
La cosa cambia si decimos que es una práctica sistemática e intencionada de construcción y mejoramiento de una manera corporal de andar por la vida. Siendo, en consecuencia, constitutiva de lo que podríamos llamar el si mismo.
Concepto, éste último, poco familiar al que nos iremos aproximando.
Desde luego que la gimnasia ha sido usada frecuentemente -no siempre- como una técnica de disciplinamiento social, que colabora o puede colaborar en la construcción de cuerpos dóciles.
Como puede sonar duro, menciono algunas características que la gimnasia ha tenido y que siguen siendo de general aceptación:
- Se procura un gesto eficaz.
- Ese gesto eficaz está prescripto de acuerdo a un modelo.
- Todos los practicantes se deben mover uniformemente y al mismo ritmo. (Hubo épocas que tal uniformidad se intentó cambiar, pero volvieron a la carga en casi todas las propuestas actuales, que siguen la lógica del mercado). · El ejercicio debe ser progresivo y cada vez más intenso.
Alcanza como para entender la pregunta que se hacía Foucault… Si no es por disciplinamiento ¿Por qué el ejercicio forma parte de la oferta que hace el sistema carcelario?
Ahora bien ¿pueden pensarse propuestas que incluyan criterios técnicos resignificados como creo que deben serlo, que ayuden en esa construcción del sí mismo y que no tengan como objetivo -oculto o no- el disciplinamiento y el control?
Dicho de otra manera, técnicas, métodos y procedimientos que colaboren a emancipar corporalmente y que al desarrollar la capacidad de ocuparse de uno y de los demás, (Porque ellos son los que significan nuestras acciones), claramente puedan ubicarse en un proyecto auto gestor, con la intención de mejorar la calidad de vida.
Este ocuparse de uno mismo implica acciones que suponen un nivel básico de conocimiento personal. Que aumenta cuando, de una vez por todas, uno se decide a relacionarse con ese cuerpo muchas veces ignorado, tatuado por los medios, condenado a la inmovilidad y a la falta de contactos personales reales y no virtuales.
En el marco de una sociedad esclavista y con un ethos guerrero, totalmente diferente de la nuestra, los mismo griegos manejaban búsquedas parecidas a las que estoy sugiriendo, Era para ellos indispensable “estar preparados” para afrontar los acontecimientos de la vida, para esa realidad que les tocaba vivir.
Tal “equipamiento” es constitutivo del sí mismo, en tanto implica una resistencia del yo ante las influencias disgregantes de la realidad social y cultural, que potencialmente se presenta como disgregadora de ese yo.
Puede que no poseamos la capacidad para alterar ciertos acontecimientos propios de las sociedades líquidas, caracterizadas por un consumismo que se convierte en la emoción social más destacada, pero seguimos siendo libres para elegir una actitud ante ellos. Por ejemplo, no renunciar a una tarea propia de maestros del cuerpo: enseñar que la libertad del ser humano también reside en aceptar cierto hechos inevitables, pero eligiendo una actitud ante ellos que es innegociable patrimonio de cada sujeto.
Resta, claro, contestar la pregunta clave ¿A través de qué propuesta de práctica significativa, tales propósitos pueden alcanzarse?