Las consecuencias de una mala gestión conllevan una gestión incierta; además suelen provocar una serie de síntomas que generan una sensación vaga de malestar en las personas que sufren sus consecuencias, debido principalmente a que las que dirigen y tienen la capacidad de decisión, no asumen sus responsabilidades como gestores, ya sea por desidia o por incompetencia. Cuando se produce todo lo anterior y vemos que además las personas que lo hacen siguen con la conciencia tranquila, se genera lo que se denomina “indi-gestión”.
Debemos detenernos para analizar algunos de los síntomas que nos indican que hay indicios de “indi-gestión” en una organización deportiva. La situación actual obliga salir de la rutina y aceptar algunos cambios. Nos obliga salir de la rutina y aceptar algunos cambios. Nos obliga a examinar con lupa la gestión efectuada y a trabajar colaborando con muchos agentes que antes podían pasar más o menos desapercibidos. Se ha pasado del ‘todo vale’ en los últimos años a gestionar con pocos recursos y a una exigencia que obliga a modificar algunas estructuras para adaptarnos. En estos momentos de crisis, la gestión exige afinar mucho más que antes en la toma de decisiones, ya que los errores y los posibles desajustes salen a flote de manera inmediata. los errores y los posibles desajustes salen a flote de manera inmediata.
La mayoría de las organizaciones viven en lo que se puede denominar como la zona de comodidad, que se refiere a un tipo de gestión en la que los responsables de la organización entienden que tienen todo más o menos controlado, y se resisten a emprender acciones diferentes por miedo a sentirse incómodos o poco seguros. El problema es que si como organización no se abandona la zona de comodidad se limitan sus posibilidades de desarrollo y aumentan los riesgos para lograr los objetivos propuestos. La gestión se reduce a una actividad rutinaria con pocas posibilidades para crecer de una manera innovadora y creativa.Este miedo al cambio dificulta las posibilidades de planificar nuevos escenarios, de establecer prioridades o de disponer de un enfoque claro que nos ayude a alcanzar nuestros objetivos como organización. Todavía cuesta entender que alcanzar nuestros objetivos como organización. Todavía cuesta entender que el cambio es algo inevitable y un factor omnipresente a lo largo de toda la vida de la organización.
Acomodarse no siempre es agradable, pero pesa más la sensación de seguridad que el deseo de búsqueda de una situación mejor. Es más tentador dejar de esforzarnos y relajarnos como organización que iniciar un proceso de cambio. Como dijo Bert Hellinger “es más fácil sufrir que luchar.”
Hace unos días pude leer unas reflexiones de Álvaro Mendoza tituladas “Miedo al éxito”. En ellas explicaba que, en contra de lo que muchos pensamos, numerosas organizaciones tienen más miedo al éxito que al fracaso, ¿Cómo puede ser esto? Según él, el éxito conlleva una responsabilidad y, sobre todo, se alcanza cambiando la forma de gestionar. Probablemente es este miedo el que dificulta asumir grandes cambios o abordar profundas transformaciones.
Cualquier directivo sabe que no es fácil hacer grandes cambios en la forma de desarrollar el trabajo de su entidad, ya que se encontrará con muchas resistencias e inercias creadas, y es ahí donde radica el problema. Todo cambio implica mejorar procesos y procedimientos, revisar comportamientos o aceptar nuevas formas de operar, cuestiones que muchas veces producen inestabilidad y molestias entre los trabajadores. Se entra en la denominada zona de incomodidad. Tan sólo cuando este nuevo enfoque forme parte de nuestra organización, volveremos a sentir la misma seguridad que anteriormente. ¿Por qué? Porque nuestra zona de comodidad se habrá agrandado. Ahora dispondremos de más habilidades, de nuevas experiencias, y habrá aumentado nuestra lista de logros. Podremos movernos gestionando más variables.
Estamos ante una época de cambios y reformas en la que los gestores no pueden permitirse cambiar buena imagen por mala gestión.
Desde el mundo del deporte tenemos muchos retos por delante: universalizar la práctica deportiva, optimizar el uso y la calidad de las instalaciones deportivas existentes, mejorar la oferta y adaptarla a las necesidades cambiantes de los ciudadanos, mantener el nivel de los logros deportivos alcanzados, detener junto con otras entidades los índices de obesidad a través de la actividad física, etc. Todos ellos con graves consecuencias para los objetivos de nuestro sector, sobre todo si queremos ayudar a cumplir la función social del deporte. Por poner uno de los ejemplos más alarmantes, referido a los índices de obesidad infantil, España ya se sitúa por delante de Estados Unidos con un 19% de niños obesos frente al 16% de los estadounidenses, un porcentaje que triplica al de hace 30 años. Podemos y debemos invertir la tendencia de muchas de las situaciones originadas por la desidia o la falta de capacidad afrontando los problemas de manera conjunta y coordinada desde distintos ámbitos.
Las organizaciones y sus gestores debemos luchar contra los síntomas de “indi-gestión”, provocados por la indiferencia para hacer cosas a las que no estamos acostumbrados. Cambiar y tratar de crecer como organización, haciendo algunas cosas de manera diferente, es lo que nos llevará a aprender y a diferenciarnos del resto, seguramente una de las claves más importantes de nuestro desarrollo y con él el de una parte importante de la sociedad.