Autismo y deporte: natación
Dentro de cada ser humano, existe el deseo de sobresalir, sobre todo en algún deporte. Muchos de los padres que hemos nacido negados para estas actividades, volcamos en nuestros hijos esta esperanza.
Incrementado por la necesidad de canalizar energías y mejorar el sistema sensorial de nuestros pequeños con diagnóstico TGD, absolutamente todos coincidimos en que las clases de natación son las primeras experiencias con el deporte que podemos presentar a nuestros hijos desde muy temprana edad.
Y es por esa razón, que ilusionados en las habilidades de nuestros hijos, nos acercamos a las academias de natación con la firme convicción de que en nuestros hijos encontraremos futuros campeones.
Se inicia un recorrido que termina con la paz y ecuanimidad de los padres.
La tensión se apodera de los padres, que con el afán de contener la carrera de sus hijos, los toman fuertemente, iniciándose una especie de lucha o danza violenta en la cual no hay ganadores. Al mismo tiempo el desesperado padre, intenta explicar al atónito entrenador que a pesar de los gritos del niño, desea matricularlo.
Lo primero que debe saber un entrenador de personas con autismo, es que las reglas deben ser fijadas desde el principio, y se debe tener mucha consecuencia con lo que se hace y se dice, si damos una pequeña chance no podremos mantener el orden en la clase.
Primero deben explicarles a los padres que además de nadar, el deporte es una forma de vida y requiere de reglas y mucha disciplina.
1.- Fijar las reglas desde un inicio: Debemos establecer cuál es la rutina a seguir. Llegar, saludar, quitarse la ropa o cambiarse, lo ideal es que lo hagan en el vestidor para que aprendan a vestirse y desvestirse (si les gusta la piscina lo van a hacer y será un buen medio para enseñarles a ser independientes en su autovalimiento). Si se quieren lanzar con ropa, se les debe retirar y no permitirles gritos ni pataletas, si se portan mal se van. En la próxima ocasión podrán ingresar poco tiempo y seguir la rutina o si no se van nuevamente, hasta que aprendan a comportarse.
Si por el contrario son ellos los que se quieren ir, pues se tendrán que quedar un minuto el primer día mirando hasta que se familiaricen con el lugar y puedan ir ingresando sin reniegos ni jalones (los padres somos muy proclives a obligarlos) y lo que queremos es que les guste el deporte para que lo hagan parte de sus vidas, y no que sea un terapia más.
2.- Solamente el entrenador habla, si bien los papis pueden apoyar en algunos casos ingresando a la piscina con los niños, lo harán sólo para seguir las instrucciones del entrenador. Esto se hace para que los chicos aprendan que aunque les hagan pataletas a los padres, quien tiene la autoridad es el profesor, que no se incomoda con sus pataletas y sobre todo no las permite.
3.- Todos deben hacer calentamiento, es decir unos minutos de localizados y ejercicio cardiovascular. Aunque no les guste, es la manera de iniciar cualquier rutina.
4.- Para aquellos niños que tengan miedo al agua, se deben establecer tiempos de ingreso (esto no es un castigo y todos los deportes deben dar placer). Si hay pataleta sale del agua aunque le encante, si ve que el niño puede reaccionar lo hace dar una vuelta a la piscina y lo reingresa. De lo contrario se ve obligado a finalizar las clases hasta que aprenda a comportarse. Aquí no se permiten engreimientos, manipulaciones: si se porta bien ingresa a nadar, si no, espera fuera, si grita en clase, sale.
5.- La voz del entrenador debe ser amigable, los niños tienen problemas sensoriales y a veces les altera los gritos. Se recomienda utilizar voz clara, fuerte y autoritaria sin mostrar agresividad. Se obtienen muchos resultados si es que los niños piensan que están jugando o lo que hacen es divertido, es ahí donde estriba la importancia del tono de voz.
6.- Para algunos será necesario acompañarlos a caminar de un lado al otro de la piscina. Esos serán sus futuros límites de trabajo, no hay que permitir que se pasen de carril.
También se debe jugar con pelotas para ayudar a que el recorrido no sea tenso y no permita distracciones y/o conductas inadecuadas, las cuales deben ser corregidas y reorientadas en todo momento.
7.- Al empezar a mojarles el rostro con agua, si son nerviosos, hacerlo solamente con una caricia con algo de agua en la mano.
Si no lo son pero le temen al agua, jugar con pelotas para que vean cómo recogemos las pelotas. Introducir la cabeza dentro del agua, para que no tengan miedo. Soplarle el rostro y sumergirlos un poco también ayuda.
8.- Si los niños son temerosos, tomarlos de las manos (colocándonos a su costado) y levantar sus piernas, con bollas al comienzo. En esta etapa, trechos no muy largos, si hemos acostumbrado a los niños a contabilizar sus movimientos en el calentamiento será mas fácil pues podremos contar hasta 5, entonces les podemos soltar las piernas (los brazos siempre sujetados con la otra mano), luego podemos contar hasta 10 y así van a llegar a flotar todo el largo.
Si tienen hipersensibilidad puede que las bollas le sean muy incómodas y lloren. En este caso hay que ayudarlos con las manos, colocárselas en los brazos y permitirles que jueguen con ellas y se familiaricen. Con el tiempo se irá retirando la ayuda de los brazos, luego de sujetar solamente los dedos e introducir la tabla.
9.- Siempre ir de un lado al otro para que se acostumbren dónde se empieza y dónde es la meta. Si jugamos con ellos a correr (¡A sus marcas, listos, ya!) van a entender y aprender jugando donde queda la meta.
10.- Acostumbrarlos a que al llamado o al sonido del silbato, todos salen de la piscina y se cambian. Aconsejar a los padres que en estos momentos es mucho más fácil enseñarles a bañarse y cambiarse sin ayuda, pues estarán motivados por la actividad.