Siempre que iniciamos cualquier actividad con nuestros hijos, nuestro planteamiento debe ir dirigido hacia ellos: ¿Qué le gustará? ¿Para qué podrá tener mayor habilidad?
Nosotros, padres diligentes y amorosos estamos acostumbrados a iniciar cualquier reto pensando en nuestros gustos y aficiones especialmente en lo referido a actividad física: si es hombre, fútbol o béisbol según el lugar o afición del padre. Y si es mujer, ballet o danza. Si las madres hemos practicado algún deporte deseamos fervientemente que nuestros hijos también lo realicen. A todos nos encantaría que hicieran lo que nos gusta para poder encontrar un momento y una actividad que disfrutar juntos.
Y así lanzamos a nuestro hijo a enfrentar una serie de movimientos y reglas que no es capaz de entender.
Queremos que patee la pelota y la ingrese a un arco, y nuestro pequeño autista no entiende la orden de patear (aunque lo hace perfectamente cuando quiere agredirnos) y mucho menos quiere alejarse de ese instrumento redondo que le encanta rodar o apuntar hacia el mueble o ventana u adorno favorito para ver si atina su puntería.
Otros queremos que se suba al triciclo o bicicleta y pedalee, pero a nuestro hijo le interesa más dar vueltas al pedal o a la rueda. En otros casos queremos que nade y sumerja la cabeza, cosa que negarán haciendo violenta resistencia.
Y normalmente la reacción violenta y la falta de interés de nuestros pequeños terremotitos hace que nos desanimemos nosotros y sus instructores.
Enseñar cualquier disciplina deportiva o actividad física a personas con autismo no es una tarea fácil, son niños que aparentemente pueden hacer grandes proezas físicas, treparse a un cornisa, correr a una velocidad extraordinaria, saltar, etc. Aparentemente nuestro acelerado torbellino cuenta con todas sus capacidades motoras y a nuestro parecer no tienen ningún problema psicomotor pues de eso dan muestra todas las huellas de destrucción que muchas veces dejan a su paso.
Pero esa creencia está muy alejada de la verdad, la mayoría de las veces nuestros hijos no pueden ser concientes de esas proezas y al intentar que suba al mismo sitio o que corra a la misma velocidad sucede igual que cuando dice algo espontáneamente y queremos que lo repita: no puede.
El sistema vestibular y propioceptivo de las personas con autismo tiene serios problemas, nuestros hijos no tienen total conciencia de sus movimientos y muchos de ellos deben ser enseñados para que puedan ser utilizados de manera espontánea.
Entonces, ¿cómo empezar?
Primero debemos analizar si tiene algún problema físico: pie plano, hipotonía, hiperactividad, si contractura algún músculo, si tiende a torcer alguna articulación. Es fácil parado, caminando, sentado, echado, posiciones que nos van a mostrar donde está el problema de nuestro futuro atleta.
Ver su tamaño y peso, si está débil o bien alimentado (eso nos dará una visión de su capacidad física).
Los especialistas tienen tablas de movimientos de acuerdo a la edad que ayudan mucho a saber el grado de madurez motriz de nuestro deportista.
También debemos analizar los movimientos estereotipados y disruptivos como aleteos y caminatas en puntitas, con el fin de realizar rutinas dirigidas a corregir y desaparecer esas conductas y movimientos que no permitirán realizar los ejercicios adecuadamente.
Como primera tarea debemos enseñarle a mover su cuerpo y a dominar ese movimiento en su provecho.
Acondicionamiento: En el entrenamiento localizado, cada músculo, cada articulación posee una manera adecuada de moverse. Las articulaciones tienen un ángulo adecuado de flexión y los músculos un tiempo y forma de realizar una carga positiva o negativa, es decir estirar y contraer.
De igual manera el cuerpo tiene una manera adecuada de llenar sus reservas de aire para prepararse para cada ejecución del movimiento (la respiración es algo que no dominamos normalmente ninguno de nosotros) y es ese factor lo que origina la reacción ante el esfuerzo físico: respiración agitada y carga aeróbica; mayor esfuerzo y rapidez; respiración profunda y contenida; mayor carga y potencia; respiración pausada y lenta; mayor relajación.
El entrenador o padre que desee iniciar a su pequeño en cualquier actividad física o disciplina deportiva debe servir de soporte para que nuestro futuro deportista mantenga una correcta postura que deberá convertirse en un hábito y le permitirá realizar los ejercicios fácilmente, evitando lesiones o dolores.
Las secuencias deben ser cortas: no más de 5 ejercicios bien realizados es suficiente por cada secuencia. Estas no deben ser más de 3 o 4 por cada movimiento. Es más fácil iniciar con grupos musculares grandes, miembros inferiores, cintura, abdominales.
Lo ideal para esto es realizarlo frente a un espejo para que nuestros pequeños entiendan la metodología y el orden de las secuencias. Luego podemos intercalar caminatas con estos ejercicios siempre vigilando la correcta postura y la intensidad para no alterarlos.
Luego de alcanzar dominio en los movimientos podremos ingresar a nuestra rutina aquellos ejercicios que formaran parte de la disciplina a la que deseamos guiarlos.
Recuerden que la actividad física es un medio para dominar y controlar nuestros movimientos, sensaciones y emociones pero debe darnos placer y convertirse en un hábito dentro de nuestras vidas y la de nuestros hijos
¡Hasta la próxima!
Ani Molina