La vigorexia es una patología que compromete e involucra totalmente el cuerpo de un sujeto por una percepción equivocada de su esquema corporal, hay una distorsión en la mirada de quienes la padecen.
En efecto, estas personas suelen verse delgadas, escuálidas, se sienten alfeñiques y por lo tanto intentan afanosamente modificar sus cuerpos para dar una imagen más sólida, fuerte y de mayor contextura muscular.
Así, la búsqueda de una mejor apariencia corporal termina siendo una exigencia feroz, una mortificación física hasta límites extremos, convirtiéndose en una idea obsesiva, que se ve reflejada no sólo en las largas y metódicas horas de concurrencia al gimnasio, sino que también aparece marcadamente en el discurso cotidiano al estilo de recomendaciones de dietas, medicamentos, etc. de manera tal, que este trastorno de raíz psicológica puede afectar seriamente la salud física.
Para entender sus causas tenemos que remitirnos a la constitución de la identidad de un sujeto.
En los comienzos de la vida, la idea que tenemos de nuestro “yo” es eminentemente "corporal", porque cuando uno se percibe a sí mismo, dicha percepción no obedece a un "yo soy yo, porque pienso, siento, etc."; sino que uno dice "este soy yo" desde un referente corpóreo.
A medida que transcurre el desarrollo evolutivo, ese" yo" se ve reforzado por las distintas experiencias infantiles, por las sucesivas identificaciones en las relaciones interpersonales, en definitiva por las experiencias de vida. Así se va forjando la "identidad" de un sujeto.
En ese devenir, hay experiencias gratificantes y otras fallidas. De como se hayan elaborado y tramitado psíquicamente las mismas, dependerá la fortaleza o debilidad "yoica" que se logre.
Cuando el umbral de tolerancia a la frustración es muy bajo -que es lo que ocurre en la vigorexia-, el encuentro con vivencias poco satisfactorias puede no ser elaborado (no se puede aceptar la castración) y por consiguiente la "libido" que fue puesta en ese afuera que frustra, se retrotrae y vuelve al yo como una manera de alejarse y defenderse de esa insatisfacción.
En la vigorexia, la vuelta al yo se fija rígidamente y se instala en el cuerpo, se produce una regresión al yo corporal. Hay una búsqueda a través de lo físico de una seguridad de la que se siente que se carece. Todo el cuerpo pasa a ser un "falo" poderoso al que hay que exhibir.
Y así se comienza a desandar el camino hacia el encuentro del "cuerpo idealizado", que tiene que aparecer fuerte, vigoroso, con una gran musculatura, un cuerpo para ser "mirado", un cuerpo que llame la atención, un cuerpo que es la gran "mascarada". Un cuerpo que en definitiva "ilusoriamente" obture y tape una gran inseguridad y compense aquella mirada "errónea" que se tuvo de sí mismo, “atrayendo” la mirada de los otros.
Alicia Caparrós
Licenciada en Psicología - UBA
MN: 3574