Hay quienes hablan de un "mejor" y más acertado diagnóstico… Otros de un sobrediagnóstico brutal… Mientras, el Trastorno por Déficit de Atención, con o sin Hiperactividad, sigue siendo un síndrome (un conjunto de síntomas, no una enfermedad), que no tiene forma de demostrar su existencia por medio de prueba clínica alguna. Lo que lo convierte en vulnerable y expuesto en muchos casos a la subjetividad de médicos, padres y maestros.
Sin embargo, el Trastorno por Déficit de Atención con Hiperactividad (TDA-H) no es un trastorno "inventado", sino real. Y lo que preocupa a todos por igual es su elevada incidencia entre nuestros niños. Un número que no deja de crecer.
Sabemos que tiene una base genética, por lo que existe una predisposición que se transmite de padres a hijos. Pero esto no es por sí solo determinante. Además confluyen elementos externos que actúan como detonantes del problema haciendo que éste se manifieste. Principalmente se trata de situaciones vividas durante el embarazo, el parto o la primera infancia.
Pero también se especula, lógicamente, con nuestro estilo de vida como agravante en niños que, de haber vivido en otros tiempos y otros lugares, no hubiesen sido diagnosticados con TDA-H. Y es que nuestro ritmo de vida y el entorno en el que crecen nuestros hijos, podría verse como un caldo de cultivo ideal para la ansiedad y los problemas de concentración.
"Nuestro mundo moderno está privando a los niños de desempeñar ocupaciones que son esenciales para su desarrollo físico, intelectual y emocional. Las prisas, la desestructuración de la familia, la falta de espacios verdes y la inseguridad de las calles son algunos de los factores que limitan la participación en actividades básicas para el desarrollo como son jugar al aire libre, experimentar con el entorno y descubrir el mundo de modo intuitivo" (Isabelle Beaudry "Tengo duendes en las piernas", 2008).
La terapeuta ocupacional Isabelle Beaudry, experta en Integración Sensorial, hace hincapié en que los niños apenas acceden ya a espacios naturales donde pueden jugar y experimentar físicamente con lo que los rodea. Las actividades de ocio de nuestros pequeños son principalmente sedentarias e individuales, las cuales aportan poco a su desarrollo global. Y los adultos tendemos a estructurar el tiempo libre de nuestros hijos con clases particulares y deberes, dejándoles muy poco tiempo para actividades creativas que ellos escojan libremente sin horarios ni programas dirigidos.
En este mismo aspecto insiste el doctor Jorge Ferré, experto en medicina del desarrollo: "Los niños necesitan moverse para poder desarrollarse, pero la evolución socioeconómica y cultural nos está llevando a construir un estilo de vida en el que la primera infancia no tiene lugar propio: los espacios cada vez son más reducidos y los programas escolares más densos” (Jorge Ferré Veciana y María del Mar Ferré Rodríguez "La otra cara de la hiperactividad", 2008).
Nuestras ciudades y nuestros horarios muestran poco respeto por la infancia. No dedicamos espacios y tiempo para ellos, exigimos a los niños que se adapten al mundo de los adultos y esto tiene sus consecuencias…
Según el doctor Gonzalo Pin, director de la Unidad del Sueño del Hospital Quirón de Valencia, un 15% de los niños a quienes se atribuye un problema de hiperactividad (TDAH) padecen en realidad un trastorno del sueño.(Mujer Orange, 29 octubre 2008).
Este doctor explica que en los adultos la falta de sueño provoca somnolencia diurna, pero sin embargo, en los niños tiene un efecto contrario, haciendo que se muevan más, se muestren irritables y tengan menos concentración y un peor rendimiento escolar.
Gonzalo Pin nos recuerda que España es uno de los países en los que en los niños se acuestan más tarde porque "los niños se acoplan a los horarios de los padres, cuando debería ser al revés".
Además de nuestro ritmo de vida, hay mucho más a nuestro alrededor que puede estar incidiendo en el TDA-H.
Noroeste.com (15 noviembre 2008) publica las siguientes declaraciones del especialista en medicina ambiental y otorrinolaringología, Javier Hernández Covarrubias: "El déficit de atención y la hiperactividad ha aumentado un 400 por ciento en los últimos 20 años… esto se debe a la susceptibilidad genética y la influencia del medio ambiente que está muy contaminado".
"Tenemos que cambiar nuestra manera de vivir, tenemos que ser más ecológicos por un lado, desintoxicarnos por otro, no usar químicos, tener cuidado con los hongos y las ondas electromagnéticas, y lo segundo que podemos hacer es nutrirnos bien con alimentos orgánicos, antioxidantes y ácidos grasos esenciales".
A continuación explica que los productos químicos tienen una afinidad por la grasa y que es precisamente el cerebro el órgano que se compone de más cantidad de grasa. Por esta razón es el cerebro el que más químicos contiene en un momento dado, razón por la cual puede un niño cambiar de comportamiento, mostrar falta de atención o hiperactividad.
Un estudio publicado en el "Journal of Attention Disorders" demuestra cómo los niños responden mejor a pruebas de concentración y de atención después de caminatas de 20 minutos en plena naturaleza (Bebés y más, 24 octubre 2008).
Para las autoras del estudio, titulado "Children With Attention Deficits Concentrate Better After Walk in the Park", la naturaleza no reemplaza a la medicación o a las terapias cognitivas y conductuales, pero sí obtiene efectos comparables en los resultados de los tests de atención. Por lo que, a pesar de no ser una cura para el TDA-H, sí puede considerarse una herramienta más.
Lo que queda bien claro es que los niños necesitan moverse para desarrollarse adecuadamente y es de lamentar que dispongamos de tan pocos espacios verdes en nuestras ciudades y que los patios de los colegios estén, en su mayoría, desprovistos de columpios, toboganes, barras de las que colgarse… donde puedan nuestros hijos desarrollar su motricidad y por lo tanto, su inteligencia.
Sally Goddard ("Reflejos, Aprendizaje y Comportamiento", 2005), nos habla también de la importancia del estímulo vestibular que se produce cuando el cuerpo del niño está en movimiento: "La hiperactividad y el déficit de atención pueden ser dos signos de inmadurez de la función del sistema vestibular. Como padres y profesores, tendemos a implorar que nuestros niños hiperactivos "estén quietos" y "se sienten bien". Se ha comprobado que los niños hiperactivos a los que se les permite dar vueltas durante 30 segundos en ambas direcciones, muestran un aumento de su límite de atención de 30 minutos después del ejercicio, lo que nos sugiere que necesitan estimulación vestibular para "poner su cerebro en marcha".
Por último, Gladys Veracoechea ("El déficit de atención sin fármacos", 2008) menciona una cuestión que considero importante a tener en cuenta por parte de los profesores de niños con trastornos de la atención e hiperactividad: "Nunca castigue a un niño con TDAH dejándole sin recreo, ya que ésta es una actividad indispensable para que él camine, corra y juegue libremente saciando su necesidad motora. Usted observará como docente que si le deja sin recreo, en el transcurso de las actividades posteriores el niño se mostrará más hiperactivo. Además, se trata de una penalización que por lo general les afecta mucho desde el punto de vista emocional”.
Ojalá todas estas evidencias nos sirvan para replantearnos lo que estamos haciendo los adultos con nuestros niños. Tenemos grandes expectativas y esperamos mucho de ellos, pero es necesario tener en cuenta que los resultados dependen directamente de lo que nosotros les ofrezcamos y de las oportunidades que les demos para lograrlo.