En los últimos años, los investigadores han intensificado sus estudios acerca del papel que juega la dieta, tanto en la prevención como en el tratamiento del cáncer. La importancia de esta investigación fue el resultado de un informe de la Sociedad Americana Contra el Cáncer.
Según estimaciones, cada año se producen en el mundo más de 10 millones de casos nuevos de cáncer. Por órganos, y considerando ambos sexos, el cáncer de pulmón es el de mayor incidencia, seguido del de mama, colon-recto y estómago.
El cáncer es la segunda causa de muerte en el mundo. El incremento estimado de las muertes por cáncer en los últimos 10 años, ha sido de un 15% en países desarrollados y de un 30% en países en vías de desarrollo.
Se estima que el 95% de los cánceres más comunes están causados por factores ambientales y, de ellos, más de la tercera parte están ligados a factores dietéticos como causa principal.
Se estima también que entre un 30 a 40% de casos de cáncer pueden prevenirse a través de cambios en la dieta, incluyendo algunos de los cánceres más comunes en el mundo occidental.
El interés en la nutrición y su relación con el cáncer tiene su origen en estudios hechos en los años 60, en los que se relacionaron una dieta rica en fibra con un riesgo reducido de cáncer de colon. Desde entonces, nuevos estudios consideran que la fibra juega un papel menor en la prevención del cáncer. Sin embargo, aún se recomienda una dieta alta en fibra para facilitar las funciones del colon.
Descubrimientos preliminares indican que:
- Una dieta rica en grasas y alta en calorías, puede incrementar el riesgo de cáncer de seno, colon, próstata y útero.
- El consumo excesivo de alcohol aumenta el riesgo de cáncer de hígado, esófago, cuello y boca.
- Una ingestión elevada de alimentos ahumados, salados y en escabeche aumenta el riesgo de cáncer de estómago y esófago.
- Residuos de pesticidas y otros contaminantes ambientales, pueden producir cáncer.
- Algunos nutrientes como selenio y vitaminas A, C y E, pueden proteger contra ciertos cánceres Un aporte energético elevado se considera un factor potencialmente inductor de cáncer. De hecho, la obesidad correlaciona positivamente con el cáncer de endometrio, el de vías biliares y el de mama en la postmenopausia.
Las estadísticas más drásticas revelan que hasta un 30% de los cánceres, podrían tener relación directa con el tipo de alimentación que llevamos, por lo que una dieta más sana, variada y equilibrada, es una medida eficaz de prevención primaria del cáncer y otras enfermedades.
Para la ciencia médica no es tan fácil determinar con precisión cuáles son los tipos de cáncer relacionados con la alimentación, ni cuáles de sus componentes son los causantes de las alteraciones. Sin embargo, el exceso de grasas saturadas y de origen animal, se asocian con cánceres de mama, colon, próstata, recto y endometrio. La cafeína ha sido vinculada con algunas formas de cáncer, en especial el de vejiga. La obesidad y el exceso de calorías, aumentan el riesgo de sufrir cáncer de mama, colon, próstata, endometrio, riñón, cervix y tiroides. El abuso de alcohol se asocia con el cáncer de pulmón, mama, recto y cavidad oral, mientras que los alimentos salados, ahumados y adobados, aumentan la incidencia de cáncer de estómago y esófago.
Organizaciones de salud como la Sociedad Americana del Cáncer, se han pronunciado al respecto y han emitido una serie de recomendaciones en cuanto a hábitos alimenticios como las siguientes:
- Reducir la ingesta de grasa a menos del 30% de las calorías totales de la dieta, disminuyendo el consumo de carnes rojas, mantequilla y grasas animales. Sustituirlos por carne magra, pescado, pollo sin piel y derivados lácteos desnatados. Cocinar los alimentos hervidos, asados, cocidos o al vapor.
- Aumentar el contenido de la fibra de la dieta a 20-30 gramos al día: Incluyendo fibra dietética en todas sus formas: pan y cereales integrales, verduras y hortalizas, legumbres, tubérculos y frutas, sobre todo coliflor y col de bruselas.
- Reducir o eliminar el consumo de alcohol y tabaco.
- Minimizar el consumo de alimentos ahumados, muy tostados o curados, muy condimentados, en salazón y/o en vinagre.
- Evitar comidas o bebidas muy calientes.
- Para freír y aliñar ensaladas y otros platos, utilizar preferentemente aceite de oliva.
- Evitar la obesidad.
Aunque la alimentación no es el único factor causal de cáncer que debemos tener en cuenta, ya que en casi todas las patologías se combinan diversos factores genéticos, ambientales y de comportamiento, como medida de prevención primaria es muy importante seguir estas recomendaciones.
La investigación epidemiológica siempre ha sugerido la conexión entre las dietas altas en grasa y el cáncer. Un ejemplo, la incidencia de cáncer de próstata para los americanos blancos es de 37 % más alta que la de los chinos, quienes consumen una dieta baja en grasa. Japón, también es un país de comedores de poca grasa y tiene una incidencia de cáncer de un 25 % menos que los Estados Unidos. Uno estaría tentado a pensar que estas diferencias se pueden deber al resultado de la genética. Sin embargo, no hay que pasar por alto que aquellos hombres japoneses que se mudan a los Estados Unidos experimentan un incremento importante en el riesgo de cáncer de próstata. Además, como los japoneses urbanos han aumentado su consumo de alimentos ricos en grasa, sus incidencias de cáncer también se han elevado, mientras que los japoneses rurales que se adhieren a su dieta baja en grasa, no han experimentado una elevación similar en los casos de cáncer.