Cuando usted logre ganar una gran fortuna, y el mundo lo haga rey por un día; simplemente mírese en un espejo, y vea lo que la imagen le dice.
No será el juicio de sus padres o amigos, el que determine lo que es usted en verdad; ya que el juicio que realmente importa, es el que emitirá su propia imagen.
Algunos pensarán que usted es el número uno, otros le dirán que es el “no va más”; pero su imagen dirá que todo es mentira, si no es capaz de mirarle a los ojos.
Agrade a su imagen y a nadie más, ella será su fiel compañera hasta el final; y habrá superado su más difícil y peligroso examen, si esa imagen cuenta con todo su amor.
Es fácil engañar y embaucar a los demás, y recibir palmadas de aprecio en la espalda; pero al final obtendrá lágrimas y dolor, si logró engañar a la imagen del espejo.
Todos vivimos en nuestra propia y muy personal atmósfera psicológica, relacionados con el resto del mundo, principalmente a través de nuestro intelecto, sentimientos, percepciones, y apariencia física.
La historia del ser humano es la de un individuo en constante búsqueda de abastecimiento de sus necesidades vitales básicas, tanto nutritivas como psíquicas. Con el paso del tiempo, y al incrementar la calidad y complejidad del género de vida, las necesidades metabólicas básicas fueron igualadas, sino superadas, por la necesidad de relación interhumana, con el fin de conseguir una mejor autodefinición, mayor autoestima, y una realista y competente auto imagen corporal con la cual afrontar al mundo. Es así como el hombre, en su lenta evolución hacia la cúspide de la pirámide biológica, fue adquiriendo una imagen que le permitió diferenciarse de los demás seres vivientes (una imagen de cuerpo y mente): la imagen humana o bien auto imagen.
La génesis, mantenimiento, y posible modificación de dicha auto imagen es un proceso bien definido y trascendente, que ejerce su influencia de manera constante durante toda la vida, sobre la personalidad y el poder adaptativo de la persona.
Es muy factible que el propio feto, ya durante el periodo de vida intrauterina, tome conciencia de su estructura anatómica, así como de las limitaciones de sus movimientos, mediante ligeras percepciones que al llegar a la corteza cerebral sufrirán un complejo proceso de organización y definición. De esta manera, el feto es capaz de establecer y limitar un mapa tridimensional, rudimentario, pero funcional, de su propio aspecto físico y de los límites de su movimiento. A partir del nacimiento y en virtud del contacto externo, cambio de temperatura, y mayor amplitud de movimientos, la llamada auto imagen se localizará en la corteza cerebral y en ambos lóbulos parietales, debido a que estas son las zonas donde interactúan múltiples vías sensoriales. La función principal de estas zonas es la de concretar la percepción espacial y coordinar el intercambio entre el cerebro y el resto del cuerpo. A partir de ahí, las sensaciones pasan a diversas zonas de la corteza cerebral, donde se integran y organizan para constituir la auto imagen definitiva del individuo.
Dicha auto imagen no es estática. De hecho, posee un carácter dinámico, por estar sujeta a modificaciones según la circunstancia vivencial de la persona. Tales modificaciones dependen, casi exclusivamente, de la interacción simultánea de los lóbulos frontales y parietales.
Los lóbulos frontales se imbrican en el proceso de una manera muy especial, debido a su capacidad para anticipar los hechos o bien de proyección hacia el futuro, en un intento de definir mejor lo que va a ocurrir. En virtud de estas funciones, en ellos radica la generación de toda preocupación respecto a la incertidumbre del futuro. Quizá la ansiedad sea el duro precio que el ser humano ha de pagar por poseer la capacidad de proyectarse telescópicamente con su imaginación hacia el pasado o bien hacia el futuro, y carecer de un control adecuado respecto de su destino en la vida. Esta habilidad telescópica de los lóbulos frontales es conocida como extrapolación. Esta capacidad es la que más nos distingue como seres humanos respecto de las demás especies.
Se ha comprobado que la mente humana sólo puede funcionar debidamente juntando, o bien agrupando, todo lo que se halla bajo su observación como algo ordenado y predecible. Este algo, sin tener en cuenta cuán correcto luego resulte ser, es utilizado como base para cualquier acción con proyección hacia el futuro.
No obstante, la auto imagen corporal es una especie de representación mental, es decir, algo sumamente subjetivo y que, por lo tanto, no se superpone necesariamente con lo observable o lo objetivo. No es una fotografía que reproduce fielmente a una persona ante sí misma. Por lo general, es una imagen altamente distorsionada por la misma persona que la crea. Esto es un hecho de observación cotidiana, por ejemplo cuando no nos reconocemos en una fotografía o no identificamos nuestra voz en una grabadora, o cuando una persona delgada se ve gorda. En el gimnasio la objetividad del entrenador observa un cuerpo real, mientras que la subjetividad del deportista observa algo diferente.
La auto imagen corporal no es una simple abstracción, sino más bien un concepto vivo, cambiante y real, que a su vez condiciona poderosamente la atmósfera psicológica interna y la vida de relación externa de la persona. A menudo actúa a modo de un timón perceptual y conceptual que nos puede guiar hacia el triunfo o al fracaso.
Algunos autores definen la auto imagen corporal como la percepción o representación mental del propio cuerpo que un individuo posee en un momento determinado. El proceso se asemeja a una visión panorámica del propio cuerpo, según la percepción por la mente. Dichos autores destacan que la auto imagen no suele ser un concepto de carácter estático, sino más bien fluctuante y dinámico, incluso con múltiples variaciones a lo largo de un mismo día. Ésta, influye sobre múltiples procesos psicológicos que, a su vez, condicionan la actitud y la confianza del individuo ante la vida y ante sí mismo. Su rendimiento depende de ella.
Otros autores van más allá y afinan aún más este concepto, definiendo la auto imagen como un esquema mental tridimensional del propio cuerpo en el cual se consideran simultáneamente factores interpersonales, temporales, y del medio ambiente. Tal definición implica la constante influencia de elementos externos al individuo para la determinación de su auto imagen. De esta manera, la auto imagen incluye no sólo lo que uno piensa de si mismo, sino también lo que otros piensan y dicen, así como sus reacciones. Además de este concepto, debemos señalar que la manera en que un individuo organiza sus sentimientos subjetivos respecto de su cuerpo, suele convertirse en el elemento más importante para su propio sistema de interpretación, evaluación, y adaptación al mundo interior y exterior.
Podemos deducir que la auto imagen es un concepto muy personal y propio respecto del tipo de persona que somos, y en un momento dado, concepto dinámico y cambiante según las circunstancias. Pero recordemos que toda imagen es siempre un reflejo alterado por las características de la superficie que la refleja. Esto se debe a que el ser humano suele comunicarse consigo mismo utilizando un mal comprendido sistema de comunicación interna, con un lenguaje y un sentido muy distintos a los que emplea para comunicarse con los demás. Por este motivo, muchas veces el reflejo de nosotros mismos que nos proporcionan los demás vale más que el nuestro propio –esencialmente por un factor “óptico” de la mente humana que a corta distancia nos impide enfocar y determinar objetivamente quiénes somos en verdad–. Precisamos mayor distancia y un reflejo humano externo para vernos con mayor claridad. Lo mismo que para apreciar un cuadro impresionista.
Así, en la auto imagen se integra el reflejo de lo que el individuo aprecia en la mente de los que lo rodean, más que lo que se refleja en su propia mente. Por lo tanto, en cada encuentro existirán, por lo menos, dos imágenes en cada individuo: lo que la persona piensa de sí mismo y lo que piensa que el otro piensa de él, y viceversa. Es así como gran parte de la satisfacción que uno siente hacia su propia auto imagen corporal suele ser el reflejo –a menudo distorsionado– de las opiniones y actitudes de quienes nos rodean.
Mientras la auto imagen de un individuo permanezca intacta y segura, el portador no se sentirá inferior o amenazado y, por lo tanto, disfrutará de una sensación de plenitud y bienestar. En caso contrario, reinarán la ansiedad, la inseguridad, y la infelicidad.
La auto imagen corporal constituye uno de los ejes centrales de autoconcepción y actuación de un individuo, y como hemos dicho antes, de ella dependen muchos de los factores relacionados con su confianza, éxitos, o fracasos.
En el periodo involutivo, relacionado en la mujer con la menopausia, al final de la fertilidad, y en el hombre con la andropausia, nuevamente se concentran diversas crisis que pueden afectar de forma intensa la autoestima. Destacan los temores por la situación financiera futura, una eventual dependencia de otros por el estado de salud, por posibles cambios profesionales, y por cambios en la vida familiar. Un cambio positivo de la imagen corporal puede mejorar la autoestima necesaria para una mejor competitividad en la vida afectiva, social, o profesional.
La finalidad del ejercicio físico realizado bajo la dirección y supervisión de un entrenador cualificado y calificado no sólo es un proceso mediante el cual se embellece al individuo, sino un proceso que proporciona a la persona una auto imagen más adecuada y positiva de sí mismo y, por lo tanto, una mayor felicidad y calidad de vida.
Dr. Guillermo A. Laich de Koller
Profesor Universitario Postgrado
Medicina y Ciencias del Deporte