El alimento funcional cuenta con propiedades fisiológicas que ayudan a prevenir determinadas afecciones, entre las que se destacan las enfermedades cardiovasculares, osteoporosis, síntomas perimenopáusicos y efectos congénitos.
Nutrición ortomolecular, veganismo, comida orgánica, etc… En la actualidad, la diversidad de oferta de dietas –entendiendo dietas en el sentido amplio de la palabra como el conjunto de nutrientes que se ingieren durante el consumo habitual de alimentos- es cada vez mayor. A este contexto se le añade la influencia de personalidades del espectáculo, el deporte y la sociedad que se suman a estas nuevas tendencias. Sin embargo, es importante conocer en qué consiste, cuáles son las ventajas, las desventajas y las consecuencias antes de hacer un cambio en la ingesta calórica diaria. Por tal motivo, en este caso particular, acercamos toda la información sobre la nutrición funcional.
Si bien no hay consenso total en su definición, se considera que una nutrición es funcional cuando estudios científicos avalan que su consumo previene enfermedades o ayuda a resolver problemas de salud, ya que el alimento funcional cuenta con propiedades fisiológicas que van más allá de lo meramente nutritivo y con las cuales se puede cubrir requerimientos o carencias de un grupo amplio de la población.
Dentro de la nutrición funcional, se encuentran los alimentos enriquecidos como las leches fortificadas, los panes con agregado de fibras o los jugos con antioxidantes. Asimismo, otro ejemplo de alimentos funcionales que pueden conseguirse con mayor facilidad son las proteínas de sojas, los ácidos grasos Omega 3, las fibras solubles e insolubles y los probióticos.
Por su parte, resulta relevante destacar que los alimentos funcionales no curan a las personas de ciertas enfermedades, sino que promueven un mejor estado de salud. Es decir, su forma de acción se halla en la disminución del riesgo de contraer determinadas afecciones entre las que se destacan las complicaciones cardiovasculares que pueden ser prevenidas a través de la ingesta de ácidos grasos omega 3. Otro caso son las isoflavonas de la soja comúnmente encontradas en la leche de soja y las milanesas de soja las cuales ayudan a aliviar los síntomas perimenopáusicos, entre los que se detallan dolores de cabeza, sudor extremo, fogajes y dolores constantes en las articulaciones y músculos.
El ácido fólico es otro ejemplo de alimento funcional cuyo beneficio ya es ampliamente difundido en la prevención de espina bífida y otros defectos congénitos en los bebés por lo que se recomienda a las futuras madres la ingesta de hígado, salvado de trigo, espinaca, espárrago, panes y cereales fortificados con ácido fólico.
De la misma forma, es abundante la divulgación de las ventajas del calcio y la vitamina D en la prevención de osteoporosis. En este sentido, actualmente existe una gran variedad de oferta de cereales y lácteos fortificados con calcio y vitamina D.
Por otro lado, los probióticos cumplen una función fundamental en el equilibrio microbiano intestinal por aumentar la biodisponibilidad de calcio, hierro, magnesio y zinc. Hoy en día, se consiguen mayormente en los yogures.
Por último, el ácido linoleico ayuda a disminuir los depósitos de grasa ya que tiene propiedades antiagregante plaquetaria; es decir, hace que la sangre circule con mayor fluidez. Por lo general, se halla en el aceite y últimamente ha sido incorporado en galletitas y margarinas.
Más allá todas las consideraciones expuestas más arriba, la nutrición funcional todavía hoy representa un tema de opiniones encontradas. Por ello, se recomienda que, si bien los alimentos funcionales son de gran ayuda en la prevención y disminución de ciertas enfermedades, es necesario estar conscientes de que sus beneficios están sujetos a una dieta balanceada y hábitos saludables.
Asesoró Lic. Marcela Ciaño – Jefa de Nutrición de la Clínica y Maternidad Suizo