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Mitos y verdades de la iniciación acuática para bebés

Matronatación: “los bebés nadadores existen”

Autor: Dra. Patricia Cirigliano (Argentina) - 28/11/2006 - 6095 lecturas.


Si el aprendizaje se entiende como un “continuo”...tiene sentido hablar de los bebés nadadores.
La difusión no científica acerca de la actividad de los bebés en el agua ha impulsado un frondoso cuerpo de creencias si no totalmente erróneas, al menos confusas. La televisión y la prensa gráfica sobre todo, han generado una cantidad importante de noticias sobre "los bebés nadadores", "los bebés delfín", "los bebés anfibios", "los bebés de la era de Acuario", "los bebés nacidos bajo el agua", "los bebés nadan antes de caminar", "los bebés acuanautas", etc. Puede generalizarse que novedades al respecto han aparecido en todo el mundo. En todos los idiomas hemos leído, visto y escuchado acerca de proezas extraordinarias y encantadores protagonistas. Mucho más arduo ha sido llegar hasta los fundamentos, conocer sobre los métodos y participar o presenciar las experiencias que el ardor periodístico trataba entusiasta y superficialmente. El gran público no ha logrado establecer diferencias entre "los bebés nadadores" y tanto menos entre los métodos. Sin embargo, una red de prejuicios ha sido tejida a partir de aquella información, mezclada e incompleta. En las páginas que siguen intentaré reubicar en la conceptualización que considero correcta algunas expresiones frecuentes. Un párrafo aparte merece la confusión menos aceptable en referencia a la prohibición pediátrica de sumergir a los niños menores de cuatro años, cuando se habla en general, desconociendo la procedencia de tal prohibición, que existió para los EE.UU. y fue dispuesta por la Academia Americana de Pediatría, en 1986. La continuada acción de distintas escuelas en el mundo ha logrado clarificar algunos aspectos, pero la vigencia de metodologías extremadamente diferentes añadió también confusión. Algunas de estas cuestiones de apariencia trivial y denso contenido latente son las que mencionaré.

1) "Los bebés no pueden aprender a nadar porque son demasiado pequeños".

Persiste la ignorancia respecto de la potencialidad de aprendizaje del ser humano en las primeras etapas de su vida. Recordamos la expresión de Amold Gesell: "El recién nacido es un viejo sabio al nacer". La herencia filogenética hace sentir su impronta desde la primera actividad vital fuera del paraíso uterino. A partir de entonces, las propuestas naturales del medio ambiente y la interacción con los otros seres y los objetos irán prestando la articulación necesaria para el extraordinario desenvolvimiento que el ser humano realiza durante los cinco primeros años de su vida. Sin contar siquiera con experiencias organizadas sistemáticamente, la adquisición de las posturas típicas de la especie y de las habilidades que integren la psicomotricidad de base es un logro de magnitud que contradice la prejuiciosa opinión que caracteriza al bebé como un ser débil, incapaz y dependiente, más allá de las reales pautas evolutivas.
El bebé humano ha demostrado la superlativa cualidad de resistencia a pesar de la hostilidad del medio ambiente, y la calidad del esfuerzo de supervivencia de los lactantes agredidos por el medio no deja de llamar la atención científica, y la medicina misma concluye por aceptar que no es otra cosa que la expresión de la "fuerza de la vida".
La confianza en la inteligencia de los pequeños es decisiva para formar opinión sobre esta importante cuestión. Si se considera, como nosotros lo hacemos, que los bebés son capaces desde el principio de aprender de los datos que les brindan su percepción y propioceptividad, a la vez que decodifican crecientemente los símbolos lingüísticos, se entenderá por qué son innecesarias las inmersiones repetidas, las clases diarias o prolongadas y al cabo la estimulación prolongada.
El niño llegará a desenvolverse en el agua a partir del dominio respiratorio básico.
Experiencias graduadas y oportunas, facilitadas siempre por medio del juego, dotarán a los pequeños de ese control que es la llave que abre la puerta para el resto de las habilidades acuáticas.

2) "Los infantes no pueden aprender la técnica respiratoria y de los movimientos".

Durante los primeros meses de vida, y a través del aprendizaje, los infantes aprenderán a metabolizar útilmente la valiosa información que recibe su cuerpecito inmerso en el agua. La experiencia ajustará sus movimientos más eficaces y hará dejar de lado aquellos que no convienen a los objetivos que determinan su traslación.
La conducta respiratoria es rápidamente asimilada por los más pequeños, con independencia de la conservación del "reflejo de glotis".
Sólo tres inmersiones instantáneas en cada clase, a un ritmo de dos oportunidades semanales, son necesarias para que el niño incorpore el control adaptativo de los respectivos cambios agua-aire.
En nuestra metodología nada interesa tanto como no apurarse mientras se busca este logro. Esto es importante, por ser la primera conquista que se afirmará, adaptándose a nuevas piscinas, profundidades, distancias y duraciones. El niño que domina el control del aire respirado (su entrada, su expulsión) jugará en el agua cada vez más libremente. La variación en los juegos le demostrará que su capacidad aumenta y su interés por las propuestas e indicaciones técnicas será paralelo al placer que le despierta el probarse a sí mismo. Referirse a lo técnico en la edad temprana no debe confundir. Hablamos de técnica cuando explicamos a un bebé de pocos meses que iremos bajo el agua con un ritmo de movimiento determinado. También cuando le pedimos que baje su cabeza o comience la inmersión hundiendo su nariz.
Es técnica la indicación que marca una elevación de brazos al zambullir o la de colocar los dedos de los pies en el borde de la piscina. Y es técnica toda realización que se acerque a la mejor forma humana de las realizaciones acuodinámicas. La biomecánica no debe ser "antinatural".
El bebé, -como los niños pequeños en general-, es detallista. Le interesa la aclaración mínima y repara en diferencias y similitudes que el adulto pasa por alto. Allí comienza el aprendizaje de la técnica, es decir, de lo útil. Al cabo de lo eficaz.
Ahondando en el estudio se descubre que hay razones evolutivas que nos hacen comprender y esperar conductas de este tipo. El niño posee la capacidad de captar el fenómeno en parcialidades significativas para él y en eso se parece al adulto analítico que destaca los puntos fundamentales.

3) "Los bebés aprenden pero se olvidan”.

Esta suele ser una afirmación tan rotunda como equivocada, al menos en referencia a nuestras pautas metodológicas que se apoyan en el aprendizaje superior.
Es posible que aquellos sistemas cuyos métodos propician la ejercitación de conductas condicionadas pierdan rápidamente los éxitos iniciales (la flotación, algunos movimientos) al imponerse la ley fisiológica, que desactiva la conducta refleja si no es constantemente realimentada. No es nuestro caso. Los bebés son capaces de recordar todo aquello que es psicológicamente significativo. Son capaces, también, de integrar sus acciones a patrones de movimiento cada vez más complejos, en la medida de que sus conductas responden a aprendizajes molares o totalizadores. No se trata de una vana afirmación. Desde 1960 hemos realizado centenares de comprobaciones como seguimiento, que arrojan el resultado incontestable de la vigencia del aprendizaje inicial en los logros actualizados por el crecimiento y desarrollo. Es decir, el incremento en la cantidad y calidad de lo aprendido. En cuanto a la raíz psicológica de los recuerdos tempranos e inclusive de la vida fetal, el psicoanálisis ortodoxo y las disciplinas de él desprendidas dan cuenta de ello.

4) "Los niños que aprenden desde pequeños después no pueden aprender a nadar con técnica o estilo".

Recurrimos otra vez a la contundente exposición de la experiencia. Los bebés nadadores (y esto es una premisa metodológica en nuestra enseñanza) responden solamente a aquellas conductas acuáticas que les son útiles para moverse y avanzar fácilmente. Los bebés son, en adelante, eficientes nadadores, en el sentido que la fisiología concede a la acción eficaz, es decir, un mínimo de gasto energético para un máximo rendimiento en el logro de la acción.
Los lineamientos de la biomecánica acuática no hacen sino descubrir los puntos de apoyo, las palancas, los recorridos del cuerpo humano en su totalidad y de sus segmentos para controlar las fuerzas y la resistencia del agua.
En nuestra investigación, aquellas mecánicas que los estudios encuentran eficaces en la definición de los estilos, concuerdan, no casualmente, con las formas de traslación que los bebés adoptan naturalmente; así, el eje de flotación de las distintas posiciones, la forma de zambullirse, la brazada con doble palanca (brazo quebrado) y el batido de las piernas en la forma de crol. La acción de nadar es, en estos niños, suelta, armónica en el equilibrio respiratorio agua-aire.

5) "Es demasiada exigencia para un niño pequeño".

Es muy posible que esto surja del conocimiento de métodos que colocan al niño en situaciones de riesgo y displacer en contextos de características agresivas. Sabemos que se intentan ejercitaciones que siguen objetivos diferentes de los nuestros y se basan en una aproximación también distinta hacia la familia. Las pautas de evolución generan un límite preciso para la adquisición de la habilidad psicomotriz: es el límite que marca la capacidad interna (cuyo umbral fisiológico depende de la maduración o "competencia") para asimilar la estimulación del medio ambiente. Si los estímulos exceden la "competencia", la asimilación y la posterior acomodación (aquí seguimos la teoría de Jean Piaget) no se producen o en todo caso lo hacen defectuosamente. Por otra parte, en las edades tempranas, el término exigencia sólo puede ser comprendido desde la compulsión afectiva y no encuentro la forma de hacer compatible la tarea docente y esa forma de extorsión como recurso metodológico.
Cuando los niños son algo mayores, la exigencia puede ser vehiculizada en los términos de premio-castigo porque el grado de socialización y nivel intelectual lo permiten. Pero en la edad temprana no puede hablarse de exigencia sin que esta implique, además, una reacción de orden físico. Nuestra concepción del proceso de: enseñanza-aprendizaje, excluye drásticamente la exigencia. Ella implica la distorsión de los objetivos, la ausencia de respeto hacia el niño como persona y la ignorancia de algunos aspectos teóricos fundamentales.
Las actuales teorías del aprendizaje determinan con claridad la influencia del placer en la adquisición del logro intelectual y psicomotriz. Un aprendizaje sin placer es, pues, poco duradero y escasamente activo cuando posteriormente el ex alumno puede elegir entre ejecutar la actividad o desecharla. Sin embargo, en nuestra metodología, la adquisición de las habilidades acuáticas se concibe únicamente en un contexto de amor y juego donde los padres aportan la compañía afectiva indispensable e irremplazable.
Las habilidades acuáticas representan, una vez adquiridas, un incremento en el nivel de la seguridad personal y de las reacciones positivas que hacen a la supervivencia, pero a este resultado debe llegarse sin quebrar los principios pedagógicos que rigen la educación física para la primera infancia.

6) "Los bebés y los niños pequeños, ensucian las piscinas pues no controlan los esfínteres y vomitan".

Es este un punto en extremo delicado. Los mejores equipos de filtrado de agua no son suficientes si las afirmaciones a las que nos referimos son verdaderas.
Sabemos por comunicación personal de otros especialistas del mundo y por sus escritos que los pequeños se descontrolan y, por lo mismo, se convierten en concurrentes indeseables en las piletas o son obligados a vestir mallas de baño con elástico con la finalidad de que no ensucien el agua. En cuanto a los vómitos, estos surgen después de accesos de llanto o gritos prolongados.
Nuestra hipótesis se dirige a considerar que tanto la defecación como los vómitos y llantos son respuestas fisiológicas que expresan desde la disconformidad hasta el rechazo contundente.
Una vez más debo referirme a la vertiente psico-afectiva, y una vez más debo insistir en las bases de la metodología que se emplea para iniciar al niño en la actividad acuática. Consideramos un error metodológico grave el separar a los niños de sus padres durante las clases, poseer una visión parcializada de los objetivos, ignorar la totalidad humana y privilegiar el logro físico como finalidad, desmereciendo simultáneamente los pasos intermedios dictados como propuestas. No me sorprende que las fallas pedagógicas en la enseñanza precoz generen reacciones orgánicas claras, porque el niño pequeño tiene, aún, la libertad y la espontaneidad no socializadas que le posibilitan el exponer brutalmente la muestra de haber sido agredido. Los bebés son capaces de controlar esfínteres en el agua, quizá porque diferencian perceptualmente el medio acuático del aéreo o tal vez porque, como opinan los pediatras, no tienen aún la fuerza para desalojar los contenidos contra la presión del agua. Los niños capaces de controlar fuera del agua pueden, en cambio, orinar en ella, por lo que se les deberá enseñar a no hacerlo. Nuestra experiencia nos permite asegurar que los niños que han practicado la matronatación controlan sus esfínteres en forma espontánea, sin mediar la tradicional educación de bacinilla, muchas veces antes de lo esperado.

7) "Fuera de las condiciones óptimas del aprendizaje (compañía de los padres, agua cálida, juguetes), en caso de accidente los niños no emplean los recursos que conocen".

Esta es otra afirmación sin veracidad. En algunos casos dramáticos, como lo son naufragios o caídas al agua por empuje de terceros, los bebés han reaccionado con todos sus recursos de supervivencia, y así lo atestiguan los relatos que nos han transferido sus padres. Estas conductas no son ajenas a las esperables, puesto que las acciones que se ejercitan en el instante de una emergencia en que corre peligro la vida son aquellas de las cuales dispone el sujeto debidamente incorporadas a su "background". Así como no puede entenderse el juego si no se dispone de los elementos, del mismo modo nadie puede encontrar las soluciones psicomotoras para un acto de supervivencia si carece de los patrones que intervienen en esa nueva conducta. Si los tiene, por el contrario, los usará. Sin embargo, estas reacciones deben ser acompañadas de pronto auxilio por parte del adulto. Es obvio que la capacidad cardio-respiratoria del bebé pone un límite a su capacidad de autonomía en el agua, que se amplía en los casos en que el niño tenga algún borde o material del cual asirse mientras espera auxilio.

8) "La búsqueda del campeón".

Los padres y profesores buscan en los bebés precoces el futuro rendimiento de un campeón. Sostenemos rigurosamente que es la conformación biofisiológica de un individuo lo que define su potencialidad para el alto rendimiento. Esta es una enseñanza de las ciencias médicas y no un postulado vulgar. No dudamos que un nadador precoz tenga la eficiencia y la soltura necesarias que, acompañadas de un biotipo adecuado, constituye la mejor base para un futuro campeón.
Faltan, sin duda, otros factores de semejante importancia, como lo son la inclinación personal por el deporte y la oportunidad y calidad del entrenamiento. Si se brindan todas estas condiciones tendríamos a la vez un nadador temprano y un campeón. Pero en cientos y miles de oportunidades solamente tenemos un nadador temprano y un amante del deporte y el agua.
El niño no domina aún la actividad mental que permite captar la totalidad y también el detalle. No puede aún analizar y sintetizar con la fluidez que logrará con la edad. Si el aprendizaje se estima como un continuo, tiene sentido hablar de la natación para bebés. Están en camino los ajustes perceptibles y la lógica causal. La coherencia y oportunidad de las explicaciones de los adultos lo ayudarán a comprender. La confianza en la inteligencia de los pequeños es decisiva para formar opinión sobre esta importante cuestión. La adquisición de las nociones de tiempo y espacio se favorecen enormemente con el ejercicio de las acciones a las que acompaña la verbalización atinada del adulto. En gran cantidad de ocasiones se nos expresa que los niños no comprenden aun. Es la conducta de esos mismos niños la que responde por nosotros. Cuando hablamos al bebé explicándole, él sólo puede mirarnos y sonreír o balbucear un poco. Cuando a continuación hace lo que le sugerimos o logra lo que antes no podía, la incredulidad de los demás se transforma en entusiasmo. Eso no es todo. La vida familiar se modifica después de estas experiencias y el modo de dirigirse al pequeño cambiará radicalmente. En efecto, la familia "comprende que los bebés comprenden".

9) "Los bebés lloran y le toman miedo al agua".

En matronatación el aprendizaje es muy placentero para toda la familia; los bebés no tienen nada que temer y por tanto no lloran. El juego está presente en toda la experiencia y en la filosofía de trabajo expresada en el lema que nos acompaña desde el inicio de la actividad: "A nadar se aprende jugando". Sin embargo, en otros países y con otros métodos agresivos o prácticas, los bebés, lamentablemente lloran mucho, angustiosamente y sienten miedo.
Fue ese reclamo comunicacional el que ha encendido el deseo de redactar este escrito.

http://www.matronatacion.com.ar



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