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TIEMPO LIBRE, DEPORTE Y RECREACIÓN. Parte I

II CONFERENCIA INTERNACIONAL RECREACIÓN Y DEPORTE PARA TODOS

Agosto 1 al 7 de 1993 - Maracaibo, Venezuela.

Una aproximación Sociopedagógica

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   Probablemente, muchos de los esfuerzos volcados en esta Conferencia atinentes a valorizar el "deporte para todos", choquen con una realidad desmoralizante: al menos en nuestros países, participantes, y no por su decisión en el Tercer Mundo, el deporte es concebido como un valor cultural de menor importancia que aquellos que se generan desde la intelectualidad.

  Pero, y curiosamente, todo elemento cultural nace de la energía liberada en ese espacio temporal denominado Tiempo Libre y que yo pienso debe llamarse "tiempo libre de obligaciones exteriores". Y no se discrimina entonces si es literatura, pintura, filosofía o deporte. La cultura es un fenómeno unitario, tanto en sus orígenes como en su realidad concreta.

  Sin embargo, el manejo, el título de propiedad de la cultura, lo ostentan aquellos que centran en el intelecto el valor primario, dejando en un lejano segundo lugar a la cultura del cuerpo.

  Y no es casual que "el deporte ejerce sobre las masas una atracción mucho más fuerte que la cultura" al decir de René Maheu, ex Director de la UNESCO. ¿No será, quizás, que está más cerca de su posibilidad cotidiana de ejercicio del tiempo libre?

  Si esta hipótesis es válida, deberemos plantearnos la discusión con las autoridades de nuestros países para incluir el deporte en el "cuerpo mayor" de la cultura so pena de hacer ratificar y aún profundizar la diferencia de clases. No podemos desconocer, y menos aquí, que hay "deportes para algunos" justamente para que no sean "deportes para todos".

  Más aún, no es casual que muchos exitosos deportistas, hoy hombres ricos y famosos, hayan ascendido desde las clases sociales más bajas por su capacidad física. Quizás la única forma de movilidad social para esos sectores. Pero esos deportistas "trabajan" como tales. Y el verdadero deporte, el de los valores más elevados no puede constituirse en un trabajo, a menos que sometamos esos valores a una economía de mercado.

  El "deporte para todos" será tal cuando prime la afición, el amateurismo, la actividad desinteresada sin más finalidad que ella misma. Y es aquí donde podremos hablar de Tiempo Libre y Recreación. De lo contrario la competencia, como característica del deporte, se convertirá en el único y primordial valor: sólo tendrá sentido ganar y a cualquier costo. Entonces, nuestro tema de análisis, el deporte, dejará de ser un fin para convertirse en un medio; habrá perdido su esencia: la libertad; y su existencia sólo servirá para derrotar a otros y hacer del hombre una máquina de triunfar, la antítesis del hombre como totalidad.

  Para que el "deporte para todos" tenga sentido deberá ratificar los valores inherentes al Tiempo Libre: el competir como el compartir, el compromiso como el goce, la solidaridad con el compañero como con el adversario, el comportamiento ético como la expresión estética, la participación efectiva y afectiva ...

  Pero el deporte será expresión legítima de la libertad cuando no sólo esté al alcance de todos, ya que ello constituirá sólo una parte de la libertad: el permiso. También debe incorporarse el compromiso personal, el protagonismo en la actividad.

  Veamos esto con más profundidad.

TIEMPO LIBRE: LIBERTAD O PERMISO?

  En el ámbito de las prácticas sociales, el tema del ocio o del tiempo libre es uno de los más discutidos y arbitrariamente definidos. Podríamos afirmar que existen tantas definiciones como autores se han referido a ellos.

  ¿Cuál es el motivo de la diversidad? Para algunos, la variable central pasa por la objetividad o la subjetividad, por el sentimiento íntimo de libertad o por el ejercicio concreto y verificable de acciones que implican un compromiso con la realidad; tal suele ser el enfoque de los que se acercan desde la filosofía.

  Para otros, el territorio se circunscribe a definir la polaridad trabajo-ocio: cuando trabajo no estoy ocioso, con lo cual el ocio se convierte en el residuo necesario de la actividad productiva; en esta concepción se inscriben centralmente algunos sociólogos.

  También pueden encontrarse aproximaciones desde el psicoanálisis, la psicología social y la pedagogía con sus particulares enfoques, algunos de los cuales serán bosquejados más adelante.

  Para el sentido común, el análisis pasa más por definir las actividades para ese tiempo vacío de obligaciones que en pensar por qué trabajamos o cómo se concibe el trabajo.

  Es que el fenómeno al que aluden tales prácticas sociales (el ocio) como del tiempo en el cual transcurren (el tiempo libre) no le pertenece a ninguna disciplina en particular. Ninguna ciencia puede arrogarse la definición última o absoluta. Sólo con una visión más amplia y colectiva será posible acercarse a la esencia (y no solamente a su espectro fáctico) de esta ámbito del conocimiento.

  Así, las tertulias entre amigos, el turismo de todo tipo, el escultismo, el deporte, los "hobbys", las colonias de vacaciones, etc., integran este complejo conjunto de acciones que se caracteriza por no ser obligatoriamente realizados. La voluntad, el placer, la libertad, parecerían ser (o compartir) su esencia.

  El objetivo de este trabajo no será el de intentar llegar a conclusiones definitivas, inútiles por otra parte frente al acelerado cambio social, político y tecnológico de nuestros días. Pretende explicitar posiciones, abrir caminos, mostrar contradicciones;en síntesis, preguntarnos más que afirmar; reflexionar más que adherir. Y, sobre todo, dejar interrogantes para el análisis.

 LA MODERNIDAD

   A partir de la Revolución Industrial se multiplica la generación de bienes y aparece un creciente tiempo disponible fuera del trabajo para grandes masas obreras. También muestra una nueva significación: anteriormente el ocio tenía un sentido determinado, positivo (como en Grecia y Roma) o negativo (como en el puritanismo). El uso del tiempo tiene una valoración específica que otorga importancia al qué hacer con ese tiempo disponible más que al tiempo en sí.

  Nos acercamos a la concepción del ocio moderno: existe un tiempo residual que se sustrae del trabajo. Pero ese tiempo no tiene tanto valor en sí mismo como el que ha perdido (como valor) el trabajo. El producto de éste ya no le pertenece al que lo ha generado: ni material ni espiritualmente. Por tanto lo que importa no es el ocio sino el no-trabajo, aquello que neutralice o compense la fatiga, el aburrimiento y la alienación. El hombre ha perdido su unicidad, aparece dividido, parcelado en compartimentos estancos. Y en esa división forzada por un modelo productivo aparecen las llamadas "industrias del ocio", digno colofón para negar a los hombres el acceso a su genuina libertad, que en nuestro campo estarían representadas por las "modas deportivas" y los "deportes de moda".

LA ALINEACIÓN

   "El hombre cuya vida se gasta en seguir simples operaciones y cuyos efectos son siempre los mismos, o casi los mismos, no tiene ocasión de ejercitar su raciocinio y de aplicar la propia capacidad inventiva, en escoger medios, en eliminar las dificultades que nunca se presentan. Es por esta razón que las masas laborales no pudiendo realizar su propia personalidad en la impersonal actividad de la producción, que es para ellos extraña, tratan su propia actividad en pro de aquello que a sus ojos aparece como el absoluto contrario en el reino de la imposicion, o sea, la "actividad de paréntesis" de la masa que depende estrictamente del mismo mecanismo alienante, que es la otra cara de la medalla" (Gianni Totti, "El tempo libero", Roma, 1961).

  Un elemento de análisis al que debemos hacer referencia para intentar comprender el sentido del ocio y del tiempo libre es el fenómeno de la alienación. Esta ya está asimilada a lo cotidiano como si fuese una condición humana y no la resultante de una problemática social. Así, hablamos de la alienación de los medios de comunicación; la alienación del trabajo; la alienación del consumo; la alienación del tiempo libre; etc.

  Desde la óptica marxista, el territorio de los problemas se centra en el campo de la economía. Lo que diferencia al hombre del resto de los seres vivos es el trabajo humano que modifica la naturaleza; al modificar el mundo exterior se transforma a sí mismo; a través de la producción material la naturaleza se humaniza, se transforma en obra y realidad humana.

  Pero aquí aparece el meollo del conflicto: la contradicción entre las fuerzas productivas y las relaciones de producción implica también la contradicción originada entre el desarrollo y enriquecimiento de la naturaleza humana por una parte, y por la otra, la sujeción y anulación de las fuerzas espirituales y morales del hombre en una estructura económica centrada en la propiedad privada y, como consecuencia, desigual. A través de esta noción de propiedad personal el hombre se objetiviza, se cosifica para sí y se transforma en un objeto extraño e inhumano. El hombre, como dueño de los objetos, encuentra en su posesión el sentido de la vida.

  En este punto, y siguiendo el sentido común, podríamos afirmar que el hombre se siente libre cuando no está trabajando, por lo que otorga a su tiempo de ocio una valoración de libertad que en modo alguno posee.

  La propia esencia del hombre se invierte: el trabajo alienado enseña al individuo que debe producir para vivir; así, el hombre convierte su esencia en un medio de existencia. Podríamos sobreagregar que en este lucha por la existencia aliena la conciencia de su esencia, se encuentra imposibilitado de reconocerse como ser humano libre y se entrega, desarmado, a los artífices de la industria del ocio para encontrar placer y descanso.

  Así como el proceso de producción, el proceso de consumo también es alienado. "Consumir es esencialmente satisfacer fantasías artificialmente estimuladas, una creación de la fantasía ajena a nuestro ser real y concreto" (Erich Fromm, "Psicoanálisis de la sociedad contemporánea", Buenos Aires, 1970). Tales fantasías hacen que, a través de los aprendizajes generados por la sociedad del capitalismo salvaje, requiramos de cosas que no nos hacen a nosotros como personas concretas, sensibles, humanas, donde no participan nuestras necesidades reales; no participamos nosotros sino algo en lo que hemos sido transformados nosotros.

  Una de esas cosas que se "adquiere" como mercancía es el propio tiempo libre. Un tiempo en el que hay una acumulación de horas de inactividad (o de pasividad) aptas para ser consumidas, gastadas sin más sentido que su propia anulación placentera.

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