Agujetas
Dr. Franchek Drobnic drobnic@car.edu
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Con toda seguridad y sin ningún género
de dudas, la lesión muscular más frecuente es la que llamamos
“agujetas”. No aparece en las estadísticas de las mutuas ni en los
servicios de traumatología o de medicina de la educación física y el
deporte. ¡Y todos las padecemos en varias ocasiones!. ¿Dos, tres,
cinco... veces cada año?. ¿Acaso el motivo de su olvido en los registros
se debe a su nimiedad, ausencia de gravedad o quizás es porque su
popularidad les resta importancia?. Cuándo decidimos definir una lesión
muscular como grave ¿En qué nos basamos?. ¿En la amplitud de la lesión?,
¿En el dolor?, ¿En la impotencia funcional?. ¿En la disminución del
rendimiento muscular en sus diferentes manifestaciones?, ¿En el periodo
de recuperación?, ¿En el impacto sobre otros sistemas?. Si por eso
fuera, las "agujetas" por sus características fisiopatológicas
pueden responder a cada pregunta afirmativamente según el modo de
aparición y el ejercicio que las produjo. Pueden afectar a grandes
masas musculares, el dolor a la movilización puede ser del todo incapacitante, el periodo de recuperación es corto con respecto al dolor
(3-5 días), pero la vuelta a la normalidad de los registros de fuerza máxima
son de una a dos semanas y la relación fuerza/velocidad está alterada
un periodo superior. Si además constatamos que mientras se padece el
dolor, aparecen catarros con más frecuencia, podemos considerar en
verdad si tienen su importancia en el deportista. Es cierto que ninguno
precisará ir al quirófano por ellas, ni tratamientos medicamentosos
intensos y caros, ni una terapia rehabilitadora especializada. La razón
es que todos nos curamos de ellas porque son autolimitadas y su proceso
de retorno a la "normalidad" es completo en un tiempo moderado.
No son graves, entonces... pero será interesante tenerlas en cuenta en
ciertos períodos de entrenamiento.
El nombre español de agujetas proviene de la idea popular que estas se
producen por la cristalización del ácido láctico (seria el lactato sódico)
en el músculo que ha trabajado intensa y anaeróbicamente, y "como
agujitas" se clavarían en el músculo, al ponerlo en movimiento.
La práctica de un ejercicio liviano disminuye con el tiempo la percepción
de dolor, lo que confirma la hipótesis, pues según ella el lactato se
licuaría por el efecto mecánico del movimiento y térmico del calor. No
vamos a definir todas y cada una de las diferentes teorías, hay
diferentes revisiones nacionales y extranjeras con mejor o peor impacto en
la ciencia nacional. El lactato no se cristaliza a temperatura corporal
(ni en la nevera) y, como es obvio, nadie lo ha visto en ese estado en una
biopsia muscular. Además, no se acumula en ningún sitio porque se
reutiliza rápidamente por todos los tejidos corporales. Las agujetas, cruiiximents o tiretes en catalán (crujimientos o tironcitos) son
microlesiones musculares por un trabajo mecánico sobre unas fibras
musculares, que no están preparadas para sostenerlo, bien por su
estado de fatiga o porque no son las fibras adecuadas para ese trabajo
solicitado (generalmente fibras rápidas) o por ambas razones. La rotura
celular libera el contenido citoplásmico al entorno de la fibra. Sobre
todo son las sustancias álgicas y las proinflamatorias las que pondrán
en marcha el estado inflamatono e incluso establecerán y aumentarán
en el inicio la lesión. El calcio y el potasio tienen un gran papel aquí.
Otras sustancias, como las enzimas musculares creatinquinasa (CK) y
lactodeshidrogenasa (LDH) o la misma miosina muscular, aparecerán en el
torrente circulatorio. Pero, ¡Ojo! sus niveles nos indicarán que la lesión
existe, no su mayor o menor intensidad, gravedad o tamaño. La inflamación
retiene agua que con el reposo edematizará la zona. Este edema será el
que disminuirá, cuando se haga un nuevo ejercicio con la consiguiente
disminución de la noxa sobre las fibras nerviosas excitadas por la
inflamación. La zona afectada es en general la músculo-tendinosa, pues
es el lugar de transición de la zona contráctil a elástica, donde las
fibras musculares sufren más tensión. Las débiles y fatigadas, las que
no estén preparadas, sucumbirán. Ley de vida.
Decir que lo mejor para curarlas es prevenirlas, no sólo es un error en
la concepción de la idea de curar, sino que es una simpleza. Se cura,
cuando ya hay patología, por lo tanto no es posible entonces evitar lo
que se ha de curar. Evitarías es inútil. Son parte de un proceso de
adaptación. El que corre, tropieza y el que bebe, se atraganta. Podemos
ser cautos en la administración de las cargas de trabajo y asegurar las
medidas higiénicodeportivas usuales. Estas son básicas en la disminución
de la percepción dolorosa, aunque no de la variación de la fuerza. La
crioterapia post ejercicio es obligada sobre todo en ejercicios donde el
componente de trabajo excéntrico o la solicitud del grupo muscular ha
sido elevado. Una vez instauradas, un calentamiento más específico y
prolongado pre ejercicio, un masaje superficial, la posible introducción
del trabajo en agua y hasta un tratamiento medicamentoso antiálgico a la
dosis usuales, cuando son importantes, es más que suficiente. El tiempo
lo cura todo. La recuperación será progresiva y un buen ejercicio a
indicar será repetir aquel que las produjo. En el inicio, recordando sólo
el gesto y prestando especial atención a la técnica, con cargas bajas y
un número de repeticiones alto (15-20). El bicarbonato, tan largamente
usado para evitarías, puede, en el mejor de los casos ayudar a que el agujetoso se hidrate algo más, pero si se pasa llegará a padecer
trastornos digestivos como náuseas, vómitos o incluso diarrea pero desde
luego, no menos agujetas. |
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