El agua posee un alto calor específico, que le confiere una gran capacidad de almacenar calor y de cederlo de forma lenta al irse enfriando. Es por esto que la aplicación de calor húmedo produce un efecto más intenso que las aplicaciones de calor seco.
Estas características la hacen de gran utilidad en hidroterapia, utilizada como agente conductor y transmisor de calor. La acción terapéutica del estímulo térmico proporcionado por el agua, será mayor cuanto más alejado esté del punto indiferente o temperatura indiferente.
La temperatura indiferente es aquella temperatura del medio ambiente próximo, a la que el organismo, en reposo, mantiene su estabilidad térmica sin poner en marcha los mecanismos fisiológicos de termorregulación. Es decir, en el punto indiferente el cuerpo humano no siente ni frío ni caliente el estímulo térmico que se le aplique, por lo que su acción térmica será nula.
Esta acción térmica nula (punto indiferente) corresponde a una temperatura del agua de 34-35ºC. Este valor no debe ser considerado absoluto, ya que depende de múltiples variables como son, en primer lugar, la temperatura de la piel de cada persona que, a su vez, depende de la producción de calor del organismo y de las condiciones locales circulatorias, por ejemplo, la temperatura indiferente en los pies es inferior a la medida en el abdomen. Tomando como punto de referencia el punto indiferente, las aplicaciones hidroterápicas pueden ser:
- Muy frías o heladas ( 0-12ºC): la sensación que producen es de dolor.
- Frías (12-18ºC): sensación de frío molesto pero tolerable.
- Frescas (18-27ºC): sensación agradable en aplicaciones cortas.
- Tibias (27-32ºC): sensación agradable.
- Neutras (32-36,5ºC): sensación confortable.
- Calientes (37-40ºC): sensación de calor y enrojecimiento de la piel.
- Muy calientes (40-43ºC): tolerable en aplicaciones cortas
Estas temperaturas se modifican dependiendo de la termosensibilidad de cada persona, de su temperatura corporal, etc.
El factor térmico produce sobre el organismo unos efectos que dependen de la temperatura del agua utilizada.
En aplicaciones con agua caliente se producen los siguientes efectos:
- Disminución generalizada del tono muscular.
- Vasodilatación periférica, que dependiendo de la temperatura y duración del baño puede dar lugar a taquicardia.
- Disminución de la sensibilidad periférica, que provoca aumento del umbral al dolor.
Las aplicaciones de agua fría son poco frecuentes y si se emplean es en forma de baños de corta duración. Los efectos sobre el organismo, de modo general son poco frecuentes y si se emplean es en forma de baños de corta duración.
- Vasoconstricción periférica.
- Aumento de la presión sanguínea.
- Aumento del tono muscular.
Las aplicaciones de agua fría suelen ser en forma de duchas y baños parciales, con temperaturas que no deben ser inferiores a 17ºC, teniendo en cuenta que el tiempo de aplicación debe ser tanto más corto cuanto más se aleje de la temperatura indiferente. Otra de las aplicaciones del agua fría son los baños de contraste o baños escoceses en los que se emplea agua fría entre 17 y 20ºC, alternando con agua caliente a una temperatura de 38 a 39ºC. Estos baños provocan hiperemia intensa debido a los cambios producidos por la vasodilatación y vasoconstricción del agua caliente y fría.
Un estímulo térmico aplicado a la superficie corporal origina, en primer lugar, una reacción local de los vasos sanguíneos de la piel y, por vía refleja, de órganos y tejidos relacionados por conexiones nerviosas.
· Reacciones normales de la piel a las aplicaciones hidroterápicas frías (<18ºC)
1ª fase:
- Palidez.
- Piel de gallina.
- Sensación de frío que puede llegar a ser dolorosa.
2ª fase (reactiva):
- Enrojecimiento cutáneo.
- Sensación de calor y bienestar.
· Reacciones normales a las aplicaciones hidroterápicas calientes (36-38ºC)
Una sola fase:
- Enrojecimiento cutáneo.
- Sensación de calor y bienestar.
· Reacciones normales a las aplicaciones hidroterápicas muy calientes (>39ºC)
1ª fase:
- Palidez.
- Piel de gallina.
- Presión sorda o sensación de dolor.
2ª fase (reactiva):
- Enrojecimiento cutáneo (hiperemia reactiva).
- Sensación de mucho calor que disminuye hasta sensación de bienestar.
En un sistema vascular sano, la aplicación de un estímulo frío o caliente provoca la aparición de una hiperemia reactiva.
La aplicación de un estímulo frío de corta duración, o muy caliente, provoca una contracción vascular, seguida de rápida dilatación, esto provoca un aumento del riego sanguíneo que se hace evidente por el enrojecimiento de la piel.
Con las aplicaciones progresivas de calor, baños de temperatura creciente, no se produce la vasoconstricción inicial, sino que se va produciendo una vasodilatación progresiva, que permite una mejor tolerancia a las temperaturas altas.
Los baños calientes de larga duración producen capilarización , es decir, apertura de capilares que permanecían cerrados. También se produce disminución del tono vascular, los vasos sanguíneos de la zona se dilatan y se acumula sangre en ellos.
La reacción orgánica a los estímulos térmicos se produce a través de las vías nerviosas, por medio de la información que los receptores cutáneos del frío y del calor envían al hipotálamo, de su centro termorregulador salen las señales que darán lugar a la vasodilatación o la vasoconstricción. Son más numerosos y superficiales los receptores al frío que los del calor, por eso son más rápidas e intensas las reacciones cutáneas frente a las aplicaciones frías que frente a las calientes.
Dra. Blanca G. Guerra
Escuela de Estética Mª del Pilar Guerra
