Desde hace muchos años el ser humano a comenzado su carrera por el consumo, puede que una gran parte de ello se debiera al avance continuo y despiadado del capitalismo mundial, imperante desde el siglo pasado, pero también existe otra porción que está relacionada con lo que el hombre lleva dentro de sí, como la ambición, el superarse, ser más que los demás o simplemente poder acceder a todos los elementos que ese mundo exterior, del que hablábamos, ofrece y que da carácter de imprescindible para la vida, a los diferentes elementos materiales que las empresas producen.
Cuando irrumpe mundialmente la era tecnológica y con ella, los avances constantes en la forma de comunicación, la que, no solo será útil para estar en contacto con amigos y familiares, sino que también, como una herramienta eficaz de comercialización de productos, servicios y hasta reuniones laborales vía internet. Este cambio en la sociedad requirió de una adaptación del ser humano, a modo de adaptarse y posicionarse en un mundo globalizado y en permanente desarrollo.
Junto con las adaptaciones que tuvo que realizar, mas allá de las ventajas económicas, sociales y bienestar, el ser humano tuvo que cambiar su forma de vivir, se fueron perdiendo algunas cosas como, una vida apacible, familiar, de amigos y donde mas allá de que se trabajaba duro, seguro que hemos escuchado relatos de nuestros abuelos que lo referían, se mantenía una forma de vivir austera y sin un consumismo casi permanente, tal como se vive en la actualidad. El trabajo como sustento, no como un lugar de presión donde se corre para cumplir los objetivos de la empresa, mantenerse en la escala social a toda costa o solo para poder comprar ese auto último modelo, era algo que caracterizaba a muchas generaciones, que sin perder de vista el progreso, disfrutaban mucho mas de aquellas situaciones cotidianas. Estas situaciones y otras más hicieron que el hombre viva casi continuamente en situaciones de Estrés.
El estrés se ha convertido en el enemigo intimo del hombre, que puede llevarlo si no es tenido en cuenta y/o tratado correctamente a situaciones irreversibles e incluso la muerte.
¿Pero básicamente a que nos referimos cuando hablamos de estrés?
Mas allá de que el estrés es un aspecto inevitable de la vida cotidiana, la forma en que cada persona afronte las situaciones conflictivas o no, que le van sucediendo, ira a establecer diferencias en cuanto a la adaptación. Podríamos citar 3 posturas o maneras diferentes de relacionar al estrés: (1) aquellas referentes al estimulo, de esta manera ciertas situaciones serian estresantes, tales como, mudanzas, divorcios, etc. (2) otras que se centraran en la respuesta, donde se podría situar el “estoy estresado” como sinónimo de cansancio o agotamiento, y (3) aquella que tendría que ver con la intensidad de la situación vivida, junto con la capacidad de cada persona de afrontarla y producir una respuesta.
Para Selye (1974), el estrés seria un tipo de respuesta no especifica del organismo, donde el agente desencadenante (estresor) es un elemento que atenta contra la homeostasis del organismo.
Por otro lado, dice Selye, el estrés no es algo que debiera ser evitado, la carencia de estrés significaría la muerte. Cuando se dice que se sufre de estrés, significa que este es excesivo, es decir, que el organismo este sobreesforzandose para poder sobreponerse al nivel de resistencia producida por éste.
En tanto, Lazarus (1993), dice que el estrés es un proceso interaccional, una relación particular entre la persona y la situación, que se produce cuando el individuo valora que las demandas exceden sus recursos de ajuste y hacen que peligre su bienestar.
Pero más allá de estas dos formas de ver el estrés, quizás la que más se acerca a la idea popular es aquella que propone Holmes (1967), asociando al estrés con los estímulos del ambiente, donde estos pueden perturbar o alterar el funcionamiento del organismo.
Las personas poseen ciertos límites de tolerancia al estrés (varia de unos a otros), por encima de los limites se comienza a hacer intolerable y aparecen los daños fisiológicos y/o psicológicos.
Ahora bien, hemos dado varios enfoques referentes al estrés, ¿pero en qué punto se relaciona con la actividad física y con el entrenamiento?
Cuando entrenamos lo que nos proponemos es enfrentar al organismo a algún tipo de situación que atente contra la homeostasis, el fin es que el organismo se adapte a esa situación para luego incurrir en otra desadaptación a la que deberá adaptarse nuevamente. Este tipo de trabajo no hace otra cosa que brindar un estrés al organismo, claro está, que se trata de algo diferente al estrés laboral o cotidiano, pero el organismo casi lo percibe de manera parecida. Al generar este tipo de estrés, se está buscando que el cuerpo se adapte a situaciones cada vez de mayor intensidad y lograr un progreso constante.
Veámoslo de manera práctica, al comenzar a correr, generalmente se mide el tiempo o la distancia recorrida. Cuando se define una distancia máxima, vemos en que tiempo se realiza, a medida que avanza el entrenamiento se hace ineficiente la actividad si se mantiene la distancia y la intensidad (tiempo), de allí que se deba, aumentar la velocidad de la carrera o aumentar la distancia del recorrido. Estos cambios producen una desadaptación (estrés) en el organismo, a la que se deberá adaptar y sobreponerse.
Estas situaciones son constantes y necesarias para conseguir los resultados esperados, lo que hace mantener al organismo en una continua adaptación a situaciones estresantes.
Para mantener los progresos, no tener que parar con el entrenamiento y quizás perder todo aquello que se ha adquirido, se debería tener en cuenta dos factores importantes, (1) el nivel de estrés cotidiano al que se expone la persona y (2) la recuperación, planificada de acuerdo al punto anterior y al tipo de entrenamiento. Estos factores toman importancia a la hora de conseguir los objetivos previstos, junto con un entrenamiento seguro y sin interrupciones. La recuperación adecuada, de acuerdo a los factores que interfieren en el buen funcionamiento del organismo, es indispensable para lograr un progreso constante y contribuir a la formación de la supercompensación. Siendo esta última, un estado de mayor capacidad de rendimiento presente luego de efectuar un estimulo y como producto de una combinación adecuada de la intensidad del entrenamiento y una recuperación suficiente. Hasta no alcanzar este nivel de recuperación no debería realizarse esfuerzo alguno.
Al tener en cuenta el nivel de estrés cotidiano sufrido por del individuo, hace que la planificación de los entrenamientos sea casi constante, ya que se debería tener una comunicación permanente con él, a modo de interiorizase en lo que le está sucediendo, pudiendo determinar de acuerdo a lo observado los tiempos de recuperación adecuados para cada capacidad física que se quiera entrenar. De allí que se debiera preguntar a la persona, cada sesión de entrenamiento, como se siente, como esta del entrenamiento anterior y que nivel energético cree que tiene disponible para realizar actividad.
Aquí entrarían en juego algunos tipos de monitoreo de intensidad del entrenamiento, tales como, Valoración del Esfuerzo Percibido, donde el individuo da una valoración subjetiva del nivel de intensidad percibido durante el entrenamiento y la Valoración del Esfuerzo predilecto, donde la persona “elige” a qué nivel de exigencia quiere entrenarse, siendo este último, una herramienta eficaz para poder ver el nivel de estrés que sufre la persona en ese momento.
Una recuperación adecuada sería aquella que tiene una duración suficiente como para que el organismo se recupere de una exigencia, lo que no implica que hasta que esto suceda no se pueda entrenar, si se puede realizar actividad física, pero de otro tipo de características, menor intensidad y volumen o que involucre, en lo posible, otra capacidad física distinta a la que se entreno en el entrenamiento anterior.
Podemos concluir diciendo que, a la hora de planificar los entrenamientos, de acuerdo a los objetivos, características físicas y fisiológicas de la persona, además de considerar los factores de riesgo de enfermedades cardiacas, el nivel de entrenamiento y estilo de vida que lleva, se debería considerar el nivel de estrés que sufre en su vida cotidiana, como puede afectarlo o lo afecta y como se manifiesta en su organismo (insomnio, poco descanso, fatiga, etc.), sumado al sufrido producto del entrenamiento y el tiempo de recuperación que se le otorgará a cada capacidad física entrenada, antes de volverla a ponerla en acción.
“La base del éxito en la actividad física está determinada por un buen entrenamiento, una buena alimentación y una buena recuperación”
